Gianni de Conno

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Por Joan Montón Segarra

 

Para complacer a sus amigos de Tusquets Ediciones, Gabriel García Márquez convirtió en novela Relato de un náufrago, una crónica periodística publicada quince años antes en el diario El Espectador. Mucho más tarde, gracias al empeño de su director literario, Vicens Vives presentaba la primera edición ilustrada de esta obra.

Os ofrecemos las reflexiones de los responsables de este proyecto; el ilustrador Gianni de Conno (entrevista actual) y el editor Paco Antón. Completamos la sección con Xavi Ayén, el periodista que entrevistó por última vez al genial escritor colombiano.

Gianni de Conno —que nos recibió en Milán como lo haría un amigo— es, además el autor de la portada del número 22; Instinto.

Nada más acomodarnos en la terraza del café, me regala dos catálogos de una exposición presentada en Cremona y Génova: “Mira, ya están dedicados. Uno para Paco y otro para ti. Aquí en Milán será difícil exponer en un espacio público. ¡Como no sea en una Parroquia!”. Gianni de Conno es un amable y generoso anfitrión, conversador pausado de expresión sentimental. Fue el artista escogido por el editor Paco Antón para ilustrar este Relato de un náufrago, publicado por Vicens Vives, editorial para la que ya colaboró en Los Pazos de Ulloa, Bodas de sangre y La Casa de Bernarda Alba, obra que obtuvo en 2008 el Gold Medal Award de la Sociedad de Ilustradores de Nueva York. En su discurso de agradecimiento, Paco Antón confesó que cuando decidió publicar este drama, dudaba que existiera un artista capaz de recrear en imágenes el complejo y poético mundo de Lorca, pero al conocer la obra de Gianni, supo que era la persona idónea para hacerlo.

 

Parece innegable su sintonía con Federico García Lorca.

Me gusta porque es teatro y enfoqué mi trabajo como si de un escenario se tratara. Fue muy placentero y divertido.

 

Bodas de sangre también me gustó muchísimo, ¡pero no pintó el caballo, símbolo de la pasión arrebatadora más primitiva!

Esto forma parte de la visión de la obra de cada cual. (Risas). En esta obra me encantó desarrollar las ideas del autor sobre el color que quería en cada una de las escenas.

 

Paco Antón me dijo: “En Italia hay dos grandes ilustradores que son Gianni de Conno y Roberto Inocenti. ¿Tiene algo que añadir?

Se lo agradeceré cuando nos encontremos en la Feria de Bolonia. Roberto es un gran ilustrador.

 

Es de lo más detallista, parece un pintor de la escuela flamenca.

Yo no podría trabajar como lo hace él. Le conozco, le he visto en acción. Puede pasarse un mes para terminar una ilustración. Roberto tiene un libro impresionante titulado La casa. No nos ofrece una idea de la casa sino que es de una minuciosidad que no concibo, pero que aprecio.

 

Usted es un ilustrador más intuitivo.

No me place pasarme mucho tiempo con las ilustraciones, ni entrar en los detalles.

 

He leído en algún sitio que Gianni de Conno es un representante del Surrealismo gentil.

¿Qué es esto?

¡No tengo ni idea! Yo me considero un ilustrador y punto. No sigo una idea o un modelo determinado. El teatro, la música… todo puede influirme. ¡Hay que absorber tanto! La crítica que me encasille donde considere oportuno. Me parece bien.

 

¿Se notó en Italia el impacto del boom de los escritores latinoamericanos?

En los setenta y ochenta hubo en Italia un vivo interés hacia esta literatura social y de compromiso político. Mi primer contacto con García Márquez fue a lo grande; me leí Cien años de soledad, todavía conservo la edición en casa. Hoy en día, diría que aquí no se le presta atención a aquella generación. Para los jóvenes, García Márquez no es un autor conocido: escribe en castellano, es colombiano…

 

Explíquenos cómo surgió el proyecto de ilustrar Relato de un náufrago.

Los derechos de autor se liberaron y hablamos con la agente literaria del autor. Ella se interesó por mi trabajo cuando Paco me propuso para realizar las ilustraciones y el propio García Márquez, que todavía vivía, también dio el visto bueno.

 

¿Resulta fácil el trato con los autores de los textos?

Cuando trabajo con autores vivos, siempre le pido al editor evitar el contacto con el autor. Prefiero que no le muestre mis ilustraciones. En el pasado he tenido problemas con algunos autores demasiado intervencionistas. Yo les advertía: “Es tu visión, yo lo veo de otro modo”. Jamás juzgo el texto y mira que he ilustrado textos terribles, pero no me atreví a pedirle al autor que reescribiera su historia aunque el libro ilustrado es, en ocasiones, un rincón más propio para el recreo visual que para la palabra. El que decide es el editor, no el escritor. Hay dos o tres excepciones, amigos con los que me entiendo perfectamente y sí comparto proyectos de forma paritaria.

 

Para esta edición de Relato de un náufrago entregó veinte ilustraciones más la portada.

La cubierta fue la primera imagen que me vino a la cabeza mientras leía la novela. Además es una de mis preferidas, ¡no me preguntes por qué!.

 

¿Cuál fue el criterio para seleccionar las imágenes definitivas?

No me planteo, a priori, cuántas ilustraciones debo hacer. Es la cadencia de la novela, su ritmo, el que manda. Lo que más me interesa no es mostrar al personaje sino la atmósfera que le rodea, dónde sucede la historia. Aquello que dicen o hacen los personajes ya lo leemos. Las imágenes deben ser sugestivas, no se trata de reexplicar el texto. Es una deformación personal, soy escenógrafo, fui educado de esta manera. El texto, los recitados son cosa del director. Mi trabajo consiste en que cuando se abra el telón (el libro), el espectador (el lector) experimente una sensación y se meta dentro del drama guiado por la manera en que concibo el mundo.

 

¡No me dirá que ignora los personajes!.

Mi idea inicial es pensar más en el dónde; qué color, qué luces, qué tipo de emoción se desprende y luego, sitúo al personaje. Muchas veces mis personajes son “pequeños”, no son tan importantes. No me interesa trabajar en los rostros, sino situarlos en un contexto en el que exista un determinado clima. Yo lo hago así.

 

Por tanto, usted es un escenógrafo convertido en ilustrador.

Estudié en la Escuela de Arte y me especialicé en Escenografía. Trabajé para pequeño teatro y, sobre todo, para cine de animación. Cuando este mercado murió en Italia, me reciclé y entré en el mundo de la publicidad, que para mí era el más cercano y natural. Más tarde, empecé ilustrando revistas y libros.

 

¿Qué papel juega la textura en su modo de hacer?

La materia es fundamental, tanto como el color o la forma; todo está relacionado y forma parte de la imagen. Asocio la textura con la expresión. El modo en que visibilizo la materia es un elemento para lograr más o menos expresividad.

 

¿Cuál ha sido la técnica utilizada para esta obra?

El acrílico digital. Utilicé un programa que imita la técnica tradicional, de modo que es como si trabajases sobre el papel, no cambia. Si el ordenador no me permite realizar lo que haría con la técnica tradicional, entonces no lo uso.

 

Hay personas de su generación que son contrarios al uso del ordenador. Usted, por lo que veo, se adaptó con una gran naturalidad…

El ordenador tiene sus virtudes y sus peligros. Los jóvenes no sólo deben centrarse en la formación digital. Si no hay experiencia —búsqueda del diseño propio, del color, de los materiales, los volúmenes, de la luz— incurrimos, según creo, en la uniformidad estilística, en la mecanización del proceso. Todo lo que veo se asemeja mucho; hoy impera este tipo de realismo de colorines. Incluso me pasa que no distingo entre autores. Son tan vecinos, usan el ordenador de un modo tan impersonal, que los confundo. No existe una identidad fuerte, a mi entender, por desconocimiento de las técnicas tradicionales. En el cómic, en cambio, sí veo una profundización en el diseño; lo encuentro de lo más interesante aunque no lo practique.

 

¿Se preocupó de estudiar la época en la que transcurre el Relato?

No tanto. Busqué una foto del destructor, el Caldas, con todos los marineros. No era importante para mí, pero tampoco quería pecar de incoherente.

 

Me da la sensación que en cada proyecto se reinventa. ¿Es así?

Puede ser. No soy consciente de esto. A veces el propio texto te susurra al oído las instrucciones precisas y te lleva a trabajar de un modo u otro. Como no eres el único que me lo ha dicho, así será.

 

Por ejemplo, encuentro el estilo de La casa de Bernarda Alba cercano al expresionismo mientras que el Relato me parece más surrealista.

¡Es que el texto de Relato narra una situación surrealista!. Los autores son diferentes, el género también. En La Casa de Bernarda Alba la fuerza del carácter de los personajes de Lorca es muy concreto, muy duro. La madre severísima, el encierro en aquella casa, la idea del cumplimiento sin concesiones de la tradición…

 

¿Cómo convive con su obra?

No siempre tengo un recuerdo serenísimo de mis ilustraciones. A veces me reencuentro con algunas ilustraciones y pienso: “¡Dios mío! ¿Qué es esto?”. Pero más curiosa me parece la reacción de la gente que la mía propia. La gente valora imágenes que yo encuentro totalmente insignificantes y al contrario también pasa, obras a las que tengo una gran estima y no dicen nada particular al resto.

 

Además de colaborar con Vicens Vives, ¿trabaja para otras editoriales españolas o latinoamericanas?

Edelvives me publicó la antología poética Poemas a la luna y estamos hablando de ilustrar Muerte en Venecia, pero todavía no hay nada concretado. Me están haciendo esperar. Quisiera trabajar para El zorro rojo. Conozco a los editores y hubo sintonía. Sería fantástico crear con ellos mis proyectos más personales —unos álbumes dedicados a La Flauta Mágica de W.A. Mozart y a La tempestad de William Shakespeare— aunque no dispongo de tanto tiempo; Vicens Vives ya me tiene muy ocupado. Pronto publicaremos La vida es sueño y El diablo en la botella y además tengo encargos de Francia, Japón, Estados Unidos y China.

 

Háblenos de su experiencia como presidente de los ilustradores italianos.

Fue bella y trágica. El mercado italiano del libro ilustrado es muy pequeño comparado con el español, el inglés o el chino; no hay tanto dinero circulando, pero además hay muy poca profesionalidad. Otro lastre son los derechos de autor. En Italia no existen mientras que en el resto del mundo es algo superado. Perdemos muchas energías discutiendo con los editores el contrato, reclamándoles el pago de los anticipos…  Así es que durante los cuatro años de mi mandato, tuve que centrarme en tareas prácticas, más propias de abogados o sindicalistas y apenas me ocupé de la Cultura y el Arte. Vivimos en un mundo esquizofrénico.

 

¿Y el arte no nos puede ayudar a arreglarlo?

El arte vive en otro planeta. Yo no veo en el arte figurativo artistas que se ocupen de aquello que les rodea. Yo no veo un empeño social como pasa en otras disciplinas como la literatura, el cine, el teatro o la música. Hay un interés por la estética, por la creación de un mundo interior, pero de un mundo cerrado que no se quiere dar al otro, es mi impresión.

 

 

Lee la entrevista completa en Opticks 22, Instinto

 

Publicación : 24 de junio de 2017

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