TODOS LOS HOMBRES TRISTES LLEVAN ABRIGOS LARGOS

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Averiguo que el libro que hoy traigo a Opticks es la primera novela de una periodista que escribe habitualmente columnas de opinión. Es lógico entonces que utilice en su confección frases cortas y directas, que el texto se entienda sin necesidad de diccionario y que, por lo tanto, la lectura resulte amena y fácil.

El libro se titula Todos los hombres tristes llevan abrigos largos, lo ha escrito Rebeca Argudo y está editado por HarperCollins.

Afirma la autora que eligió este título para su primer libro por una referencia a los abrigos que encontró en una obra de Francisco Umbral. Afirma también que no tiene por qué ser siempre así. Pero está claro que el título llama la atención y hasta podemos relacionarlo con Martín, el protagonista del mismo, al que la protagonista se dirige desde la primera página.

Llegarás y no estaré. Cuando veas estas páginas sobre la mesa de la cocina sé que no repararás en ellas… Te extrañará. No suelo dejar papeles en la cocina. Será entonces cuando te fijes en la palabra LÉEME”.

Poco a poco nos vamos adentrando en la historia de amor de estas dos personas: ella, periodista de éxito no muy bien pagada; él, casado y de alto poder adquisitivo. Se conocen, se enamoran rápido y la joven acepta vivir en el piso que le proporciona el hombre con todas las comodidades. Felicidad completa, aunque ya el título del capítulo 1 introduce la inquietante expresión “antes de ESE DÍA”.

Ese Día, expresión que irá apareciendo a lo largo de la historia, hasta que llegue de verdad y todo cambie.

De no ser por la inquietud que provocan esas dos palabras, en una buena parte del libro no ocurre nada que podamos considerar extraordinario. La protagonista relata cómo conoció a Natalia, su mejor amiga, que junto a Dani y Ana, le proporcionan un apoyo incondicional y una gratificante compañía.

Las amigas y el amor que le demuestra Martín ocupan los momentos de una urbanita que trabaja, se divierte y disfruta en la ciudad.

Incluso en el grupo de chicas se refieren a sus respectivas vidas como poco novelescas, lo pasan bien, no tienen grandes preocupaciones ni ningún conflicto que merezca ser novelado.

No habíamos matado ni salvado la vida a nadie, no nos habían acosado ni violado, no pertenecíamos a una minoría identitaria, ni nuestras infancias habían sido tristes y calamitosas. No nos sentíamos débiles ni discriminadas por ser mujeres, no nos parecía durísimo serlo. Ni siquiera un aborto o un ERE jalonaba nuestra biografía. Teníamos trabajo, amigos, familias. Nuestras vidas eran tan normales como las de cualquiera. Y encima nos gustaba estar vivas”.

Lo anterior, explicado con multitud de ejemplos, me dio la impresión en un primer momento que la narración de Rebeca Argudo, muy bien escrita y tal vez un tanto autobiográfica, era la propia de un ambiente determinado y en absoluto conflictivo. Así que se redujeron mis expectativas.

Todo ello hasta la llegada de “Ese Día”.

Un Día al que nos iremos acercando más o menos a partir de la mitad del libro, cuando la autora empieza a contar con detalles irónicos y humorísticos, lo sucedido después de ESE DÍA.

La visita a la psicóloga que se apellida Regadera, la forma como la describe y lo que se inventa sobre su vida para despistarla por completo. “A veces pensaba que no era tan tonta, que era consciente de aquella farsa en la que la habíamos metido sin consultarle después de ESE DÍA”. La historia que le cuenta del Señor Posteridad y la consiguiente reflexión sobre el deseo o no de escribir con el objetivo de alcanzarla, “uno al que le interesa más parecer escritor que el acto mismo de escribir”, que vive dos pisos más abajo del suyo y fue determinante en ESE DÍA.

Capítulo tras capítulo, Rebeca Argudo consigue que te impliques en la trama y aumente el interés por conocer lo ocurrido ESE DÍA.

Algo que he averiguado, conforme me iba aproximando al inesperado final que ha logrado transformar en positivo por completo mi primera opinión de la novela.

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