La palabra más hermosa

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Dice Rafael Chirbes, en la presentación de su nuevo libro, «Por cuenta propia», que «Las buenas novelas nos enseñan el fondo de todo, el engranaje del mundo, limpian la visión de la realidad»; y más adelante afirma que escribe «Para aclararme, explicarme a mí mismo y explicar el mundo».
Tomando como apoyo las palabras de Chirbes, pienso que la última obra que acabo de leer, «La palabra más hermosa» de Margaret Mazzantini es una buena novela, ya que te das las pautas para poder entender, o, al menos, intentarlo, el complicado engranaje del mundo.
Se trata de una historia de amor y de amistad en el marco de la ciudad de Sarajevo, antes, durante y después del asedio al que estuvo sometida por los servios y el Ejército Popular Yugoslavo, desde el 5 de abril de 1992 al 29 de febrero de 1996.
En toda la novela, el amor ocupa un lugar predominante. Amor familiar, en la pareja, hacia el hijo, la hermana, el amigo. Amor a la ciudad, al paisaje, a las tradiciones, a la libertad, a la cultura, a la propia dignidad, a la poesía.
Es una historia de amor, pero creíble. Hasta el punto, que vives como propias las dudas de Gemma, la protagonista; entiendes sus miedos, titubeas, ella también lo hace, y te enfrentas, casi sin capacidad para reflexionar, a una guerra tan cruel como inesperada. ¿Quién les iba a decir a los habitantes de Sarajevo, eufóricos tras los resultados obtenidos en las Olimpiadas de Invierno de 1984, que una ciudad, modelo de relaciones interétnicas, fuese prácticamente destruida por las bombas y miles de esos habitantes, sobre todo civiles bosnios, masacrados?
Lo terrible es que la masacre se realizó casi a la vuelta de la esquina, en la desarrollada y culta Europa.
Aun aceptando esto, la novela contiene un mensaje de esperanza. El título ya lo sugiere.

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