MIGUEL DELIBES

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El primer libro que leí de Miguel Delibes fue La hoja roja y no me gustó. Era demasiado joven y buscaba en la Literatura la posibilidad de evadirme de realidades poco gratas. La hoja roja te mostraba la vida con toda su crudeza: miseria, fealdad, soledad, vejez, decrepitud, abandono, desesperanza, muerte, eran elementos que estaban para mí presentes en sus páginas y carecía de recursos que me permitieran trascenderlosy apreciar aspectos diferentes del libro.

Aspectos como el rigor descriptivo, la construcción del texto: la sintaxis; la riqueza de vocabulario, el retrato de los personajes, que implica un profundo conocimiento del corazón humano, la ternura, la sensibilidad, el mensaje que intenta conmover al lector y empujarle hacia el bien, tan presentes en las obras de Delibes, no supe descubrirlos entonces. Fue más adelante, tras leer El camino, cuando empecé a valorar en su justa medida a este autor.
Seguí comprando libros: La sombra del ciprés es alargada, Cinco horas con Mario, Mi idolatrado hijo Sisi, Los santos inocentes, El príncipe destronado, La Partida; Castilla, lo castellano y los castellanos y El hereje, obras todas que, progresivamente, me han ido aproximando a la forma de pensar y sentir del gran escritor vallisoletano.
Un castellano entero, con la sobriedad noble de su tierra, sin adornos retóricos que inpidan escuchemos lo que, según su paisano Gustavo Martín Garzo, pretende transmitirnos: «Todo ser nace para aliviar la soledad de los demás«. Sobrio, pero sensible y melancólico, consciente de que estamos de paso, de que la muerte es una omnipresente compañera.
Miguel Delibes amaba el campo y la naturaleza. El retrato que hace de la gente del pueblo es mucho más amable que el que traza de los que viven en una ciudad. Como si la contaminación que sufren las ciudades afectara al fondo de las personas, envileciéndolas, Aunque también, de cuando en cuando, en algunas de ellas, la bondad del autor permita que apreciemos un amable retazo de ternura.
Libros que hacen pensar y que emocionan, que nos impulsan a ser «buena gente», a sentir compasión, a trabajar por un mundo más justo. Libros que enseñan y que dignifican.
Tal vez Miguel Delibes no haya dejado escrito su epitafio, por eso me permito recoger hoy aquí uno de los deseos que manifestó en vida: «Espero que Cristo cumpla su palabra».
Conociendo la personalidad del escritor, estoy segura de que se ha cumplido.

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