MARIO VARGAS LLOSA

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Cuando supe que Mario Vargas Llosa había recibido el Premio Nobel, me propuse escribir unas líneas sobre alguno de los libros que he leído de este autor.
Debo decir que no son demasiados: La ciudad y los perros, Pantaleón y las visitadoras, Conversación en la catedral y, recientemente, Travesuras de la niña mala.
Quizá esta última novela sea la más sencilla de las cuatro citadas. Aunque en ella se refiera, como en el resto de su extensa obra, a la realidad política y social de Perú, el lenguaje utilizado no incluye tantas palabras del vocabulario peruano.

El día de su entrada en la Real Academia Española, Mario Vargas Llosa se declaró admirador de José Martínez Ruíz (Azorín), de su preciosista prosa, profusa en adjetivos, literaria, cuidada. También en algunos artículos, refiriéndose a la poesía, confiesa que entre sus preferidos están Luis de Góngora, Rubén Darío y Pablo Neruda.
Tal vez por lo anterior o porque ése es su estilo personal, apartando posibles influencias, Vargas Llosa utiliza un lenguaje rico y pensado, construyendo textos de cierta complejidad técnica; lo que, unido al uso frecuente de palabras características de su país, dificulta, en ocasiones, la comprensión. Al menos, eso me ocurrió a mí, mientras leía Conversación en la catedral.
Sin embargo, terminé sin dificultad alguna Travesuras de la niña mala; una especie de melodrama en el que Ricardo, el personaje central, nos cuenta la relación amorosa que mantiene con Lily (la niña mala). Él, de clase media, huérfano y sin otras aspiraciones que ejercer de intérprete en París, se ve abocado a una vida un tanto aventurera por los sucesivos encuentros con ella, ambiciosa, mentirosa y arribista, dispuesta a vivir siempre en el filo de la navaja, muy lejos de la existencia ordenada y burguesa que Ricardo le ofrece.
Como en el resto de las obras de Mario Vargas Llosa, también aquí aparece la crítica política y social. El escritor opina que una finalidad de la literatura es despertar el sentido crítico del lector. Su herramienta para alcanzar tal fin consiste en mostrar la realidad en toda su crudeza: desigualdades, opresión, injusticia y lo que tales situaciones acarrea.
Mario Vargas Llosa es un liberal y liberales son las ideas que defiende. De espíritu quijotesco, (reverencia a Cervantes), intentó cambiar las cosas desde dentro haciéndose político. Se equivocó de pleno, como tantos otros escritores de raza que emprendieron caminos parecidos.
Él tiene la palabra y a fe que la utiliza de manera magistral y certera. Es comprensible pues que tanto en Venezuela como en Cuba, aquellos que secuestran la palabra usándola a su antojo para oprimir al pueblo, no estén muy complacidos ni con el premio ni con el premiado.

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