EL VAMPIRO DE ROPRAZ

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En los últimos tiempos voy de mi corazón a mis asuntos a tal velocidad, que no me quedan horas ni siquiera minutos para escribir lenta y pausadamente como acostumbro a hacerlo.
La vida detenta estos altibajos. Lo mismo se acumulan los problemas de índole variada y las neuronas hacen horas extras, mediatizando el caos; que no sucede nada reseñable, y la monotonía y la creatividad son unas compañeras de viaje poco afines.
Hoy por hoy, celosa del sosiego, la alteración que sufren mis neuronas provoca que rehúya la lectura de obras excesivamente largas, optando por aquellas que puedo terminar en pocos días, incluso, en pocas horas.

El vampiro de Ropraz tiene noventa y una páginas. Su autor es el suizo Jacques Chessex, único escritor de esta nacionalidad que ha obtenido el prestigioso Premio Goncourt. Por lo anterior, deducimos que es un buen escritor; de hecho, la pequeña obra que nos ocupa está muy bien escrita.
La novela, que toma como base un suceso real, se sitúa en Ropraz, en el Haut-Jorat valdense, 1903. Una región de lobos y de abandono (así empieza el libro). En esa región, con un largo y frío invierno, el aislamiento y la pobreza de las gentes, unido a una vivencia equivocada de la religión, calvinista o católica, origina comportamientos primitivos, supersticiosos, fanáticos y brutales en muchos casos.
El libro es la crónica de esos comportamientos. Parte de la profanación del cadáver de una joven, a la que se unen varias más a poco de ser enterradas. La investigación para hallar al culpable, el pensar que podría tratarse de un vampiro, las distintas acciones y reacciones que revelan la miseria moral de un conjunto de seres humanos, estremece y repele a la vez.
La originalidad estriba en el final, inesperado y sorprendente. Aunque esto no es óbice para que el relato me parezca muy bien en la forma pero del todo repulsivo en el fondo.

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