MELOCOTONES HELADOS

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En 1999 obtuvo el Premio Planeta un libro escrito por una autora vasca de veinticinco años. El libro se llamaba Melocotones helados y la autora, Espido Freire, que se convirtió así con este premio en la persona de menor edad que lo había recibido hasta el momento.
Melocotones helados cuenta la historia de Elsa, una joven pintora que se ha visto obligada a dejar el lugar en el reside, tras recibir varias cartas amenazantes, y se refugia en casa de su abuelo paterno que, muerta su esposa, vive con la “tata”.
 Poco a poco, vamos conociendo otras historias: la de Esteban, el abuelo de Elsa, soldado en la Guerra Civil y que, a su término, mantuvo una relación amorosa con Rosa, mujer de un compañero caído en combate y con su hija, Silvia Kodama, a la que nunca consiguió olvidar; de su abuela Antonia, dueña, junto al abuelo Esteban, de una pastelería durante muchos años;  de César, voyeur y empleado en la pastelería; de su padre Miguel y de su tío Carlos; de otra tía que desapareció siendo una niña y que se llamaba Elsa como ella; de su amiga Blanca que padece bulimia; de su novio Rodrigo, recto y concienzudo, empleado en un banco; de su prima, Elsa también, atrapada por una peligrosa secta de la que acaba de huir y a cuyos componentes ha denunciado, etc., etc., etc.
Todas estas historias no están contadas en un orden lineal, sino a retazos atrás y adelante que Espido Freire intenta unir al concluir el libro de manera un tanto apresurada.
Como se trata de una obra escrita y publicada por alguien muy joven, encuentro que quizá esa acumulación de temas, otrora candentes y en los que no profundiza demasiado, se debió a la misma juventud de la autora, en estos momentos muy reconocida en los círculos literarios.
Porque, por lo demás, el libro está bastante bien escrito y hay páginas profundas y de gran belleza descriptiva.
Seguro que en las siguientes obras que Espido Freire ha ido publicando desde aquella primera, los errores que considero asociados a la juventud estarán ampliamente superados. Tendré que comprobarlo leyéndolas.

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