TRES TORMENTAS DE NIEVE

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Hay días, en especial si llueve y estoy triste, en los que me apetece releer a los grandes escritores rusos. En este caso a Pushkin, Tolstói y Chejov que escriben cada uno de ellos un relato, recogidos en el libro que hoy traigo a Opticks, Tres tormentas de nieve, en los que la tormenta, como el título indica, ocupa un lugar preferente.
La tormenta es el nombre del relato de Pushkin. Una tormenta de nieve llama Tolstói al suyo  y En el camino lo titula Chejov.
Resulta interesante comparar la forma de escribir de estos genios de la literatura, trasladada al lector por una traductora excelente ya desaparecida, Lydia Kúper. 
Empezar a leer los relatos, dejando a un lado el fondo de la historia, supone deleitarse en una prosa clara que surge sin aparente esfuerzo. Eso a pesar de que los tres autores eran bastante jóvenes cuando los publicaron, en especial Tolstói y Chejov que tenían 25 y 26 años respectivamente, (Pushkin había cumplido 31).
Aunque la tormenta resulte un elemento principal y determinante en cada caso, las historias que el editor ha tenido el acierto de seleccionar son bien distintas.
La tormenta ideada por Pushkin acompaña un amor imposible en el marco de las guerras napoleónicas. Los principales protagonistas, una adinerada joven que lee novelas francesas y un pobre alférez, están enamorados y, temiendo que la familia de la joven se oponga, deciden casarse en secreto. La tormenta originará un final sorprendente.
Tolstói nos cuenta en Una tormenta de nieve el viaje que realizó por las estepas rusas, Territorio del Ejército del Don, en trineo y acompañado por un criado y un cochero. Aquí el relato se centra en la tormenta en sí que dirige el destino de unos y otros, en los lúgubres sueños del protagonista, en la descripción de paisajes y tipos humanos y en las relaciones que se establecen entre ellos.
La tormenta de la que Chejov habla En el camino ruge fuera de la sala de una venta en la que se han refugiado tres viajeros; primero un hombre de mediana edad y su pequeña hija y más tarde una joven. Destaca el diálogo que mantienen el hombre y la joven, en el que él le explica cómo ha sido su vida en una especie de desesperada confesión que nos dice bastante sobre la sed de creer del pueblo ruso.
La mirada de los tres escritores sobre los personajes que crean es compasiva y justificadora de los actos de todos. Pretenden que veamos lo mejor y más noble del alma rusa desplegándola en toda su grandeza, comparándola con la furia y la magnitud de los elementos naturales imprevisibles y determinantes en ocasiones del devenir humano.
Un alma rusa tratada en cada caso según la persona que escribe el relato, algo también que gusta comprobar y que enriquece aún más la lectura.

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