DONDE NO ESTÁS

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Aunque Donde no estás, último libro publicado por Gustavo Martín Garzo, no sea precisamente mi preferido de todos los que he leído de este autor, hay en él algunas pinceladas que reflejan la personalidad literaria del escritor vallisoletano. Por ejemplo, su modo de profundizar en la psicología de los personajes femeninos y la creación de ambientes misteriosos, en los que la realidad se mezcla con la ficción y el pasado condiciona el futuro.
En el libro que hoy traigo a Opticks, titulado Donde no estás, los personajes femeninos acaparan casi todo el protagonismo, los ambientes son misteriosos, incluso hay un fantasma, y el pasado está presente de una manera u otra en todas sus páginas.
La historia que nos cuenta Gustavo Martín Garzo en Donde no estás se desarrolla en los años 60 mayormente en Villalba de los Alcores, un pequeño pueblo de la provincia de Valladolid al que llega Ana, una adolescente de 15 años que acaba de perder a su madre y vuelve al pueblo, desde el colegio en el que la internaron cuando ésta murió, para pasar las vacaciones de verano junto a su abuela, su tía Joaquina y Fernanda, sirvienta de la casa.
La abuela, otrora de enorme personalidad y capacidad empresarial y organizativa, es ahora una anciana enferma en silla de ruedas y con pocos momentos de lucidez. Fernanda y la tía Joaquina esconden secretos que Ana no logra que le revelen por completo.
Muchas noches a la jovencita se le aparece en sueños una mujer (a la que ella llama “la Señora”) vestida de blanco y con la ropa mojada, que gesticula como queriendo comunicarle cosas importantes.
Entre los sueños, los secretos que intuye y la añoranza de la madre muerta, Ana entra en un estado de tristeza y melancolía del que sólo se libra cuando viene a buscarla Ismael, un muchacho del pueblo que trabaja vendiendo pescado y que, aunque es analfabeto, posee una sensibilidad especial que atrae a la joven desde el primer momento.
Poco a poco, gracias a las confidencias de unos y otros, Ana descubre la historia de Orestes, hermano de la abuela, y de Mariana, su mujer, actriz para la que Orestes construyó una casa aneja llena de habitaciones misteriosas. Descubre también que “la Señora” es Sara, una sordomuda íntima amiga de su madre que murió de manera trágica. Le explican lo que ocurrió en el pueblo durante la guerra civil y después, a causa de la brutal represión falangista. Va sabiendo detalles de la relación que sus padres mantuvieron hasta que se separaron y él marchó a Rusia como voluntario en la División Azul, etc., etc.
Algunos de los descubrimientos que hace Ana los narran a su vez otros personajes de los que aparecen en el libro, proporcionando al lector distintas versiones de un mismo hecho que él debe dilucidar si se ajustan o no a la verdad.
Tal vez por esa reiteración y por la cantidad de acontecimientos inverosímiles que acontecen, a mí el libro no me gustó tanto como otros que he leído de Martín Garzo, por ejemplo, Las historias de Marta y Fernando con el que consiguió el Premio Nadal.
Pese a todo, hay pasajes de una gran belleza y una carta, la que escribe Lucía, madre de Ana, a su hija para que se la entreguen cuando haya muerto, que ocupa la segunda parte del relato, por la que merece la pena aguantar con buen ánimo los cincuenta y tres capítulos de la primera parte.

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