TODO ES POSIBLE

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En la portada del libro que he leído esta semana titulado Todo es posible, se nos presenta a la persona que lo ha escrito, Elizabeth Strout, como la aclamada autora de Me llamo Lucy Barton.
Investigo un poco y averiguo que Elizabeth Strout es norteamericana, ha obtenido numerosos premios por sus obras y Me llamo Lucy Barton, en concreto, fue una novela ampliamente aclamada por la crítica.
Con esta información, que eleva bastante mis expectativas al enfrentarme a una autora desconocida para mí, empiezo a leer. En las diez primeras líneas encuentro repetida ocho veces la palabra “había”. No pasa nada, pienso, será un problema de la traducción. Continúo leyendo.
En la tercera página se nos habla ya de Lucy Barton: casa, familia, época escolar, huída y éxito como escritora en Nueva York.
Poco a poco descubro que Todo es posible recoge las historias de los vecinos de Lucy Barton en Amgash (Illinois), Medio Oeste americano, que, ya adultos, algunos muy viejos, relatan su vida actual en la que suelen aparecer referencias a Lucy y al cambio que ésta experimentó al trasladarse a Nueva York y convertirse en la escritora famosa que ahora es, dejando atrás una infancia llena de privaciones.
Entre esas historias hay una protagonizada por la misma Lucy, que vuelve a la casa familiar para reunirse con su hermano Pete y su hermana Vicky después de muchos años porque, les explica: Somos viejos. Y cada vez lo seremos más. El reencuentro no sale bien, los recuerdos del pasado que los tres evocan son demasiado negativos. Vicky reprocha a Lucy que no escriba sobre ello, habiendo afirmado en una entrevista que un escritor sólo debería escribir lo que es cierto. 
Quizá por esa razón, con la que Lucy dice estar de acuerdo, Elizabeth Strout presenta con total realismo a los que se relacionaron con ella durante su niñez y juventud: conserje del colegio en el que estudió, compañeras de clase, vecinos, clientes de su madre costurera… En general predominan las personas fracasadas e insatisfechas en multitud de aspectos: económico, físico, afectivo, sexual, etc.
Los relatos sobre las citadas personas no tienen un final reconocido, puede que de ahí provenga el título del libro: Todo es posible. La escritora hurga en las mentes de los principales protagonistas de cada una de las historias y presenta el modo como actúan para que los lectores, la verdad que sin demasiado esfuerzo, extraigan sus propias conclusiones.
No he leído Me llamo Lucy Barton, por lo que no puedo participar de las alabanzas que ha recibido el texto. Lo único que me atrevo a decir, si Elizabeth Strout considera a Todo es posible  una continuación del mismo, que podría alabarse su estudiada simplicidad. No hay nada aquí especialmente destacable en los aspectos épico, dramático o lírico. La justificación que Lucy ofrece a sus hermanos, cuando le preguntan por qué ha vuelto a Amgash a reunirse con ellos, creo resume bien lo que quiero decir: Somos viejos y cada vez lo seremos más.

 

 

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