YO, JULIA

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En numerosas ocasiones uno de mis hijos me ha recomendado las novelas sobre la historia de Roma escritas por Santiago Posteguillo, y hasta ahora no se me había ocurrido leer ninguna.
Debo decir en mi descargo que las últimas novelas históricas que he leído, algunas de ellas reseñadas en Opticks, me han decepcionado bastante, y no me apetecía perder el tiempo en un nuevo y, por lo general, voluminoso tocho que conllevase otra decepción.
Sin embargo Yo, Julia, Premio Planeta 2018, obra de Santiago Posteguillo, ha supuesto una grata sorpresa y me ha reconciliado con el género y hasta con mi hijo que empezaba a enfadarse.
Ya no tanto por el personaje, Julia Domna, esposa del emperador Septimio Severo, nacida en Emesa, en la provincia oriental de Siria, hija de un rey sacerdote del culto al dios del sol El-Gabal, inteligente y ambiciosa que logra, mediante la eliminación de todos sus enemigos, ayudada por su astucia y las dotes guerreras de su esposo, fundar una dinastía, la Dinastía Severa; sino por el modo de escribir que tiene el escritor valenciano, que, además de valerse de una exhaustiva documentación que aporta rigor científico al relato, consigue, mediante una eficaz combinación de factores, dotar a sus libros de interés y amenidad de principio a fin.
Así en Yo, Juliaconviven un narrador histórico, el médico Galeno, con otro omnisciente, el autor; y una gran cantidad de personajes importantes contemporáneos de la protagonista: Cómodo, Pertinax, Didio Juliano, Plauciano, Dion Casio, etc., etc., con personas anónimas que para ellos no tenían valor alguno, como los esclavos y los soldados, cuyas vidas nos dicen mucho de las características de la sociedad romana de aquellos siglos.
Santiago Posteguillo es un profesor universitario que ama su trabajo y que se esfuerza para que sus alumnos se interesen también por las materias que imparte.
Esa vocación pedagógica se nota en sus libros, en la forma tan visual de las escenas que describe, ya sea una batalla, perfectamente diseñada en su estrategia y en su resultado; ya sea un complot político, una masacre o un acto amoroso. Todo es real y fácilmente imaginable.
Junto a la vocación pedagógica, están su temprano interés por la novela negra y la poesía. Lo primero añade una dosis de misterio a la narración; lo segundo contribuye a su fluidez.
En la historia de Roma las mujeres más destacadas lo fueron por su relación con el emperador o el gobernante correspondiente y muchas de ellas no terminaron sus días de la mejor manera.
La verdad es que tampoco abundan los gobernantes del Imperio que muriesen de muerte natural; y en la despiadada lucha por el poder que solía caracterizarlos, resultaba difícil que las mujeres se mantuviesen al margen.
Julia Domna no sólo no se mantuvo, sino que, convencida de que los dioses le habían asignado esa tarea (se habla de un oráculo), influyó de manera decisiva en la ascensión al trono imperial de Septimio Severo y comenzó a preparar a sus hijos, Basiano y Geta, como futuros césares.
Santiago Posteguillo destaca todo esto y la convierte en protagonista, situándola al lado de su esposo en todos los momentos en los que fue necesario adoptar decisiones determinantes.
El libro incluye al final una “nota histórica” del autor, en la que analiza los personajes históricos de la novela según el tiempo y las circunstancias concretas que vivieron y lo que se nos ha contado sobre ellos, con poca objetividad en ocasiones.
De igual modo, Santiago Posteguillo se refiere a los personajes creados por él, justificando su aparición en la necesidad de mostrar aspectos de la sociedad romana que, sin su presencia, desconoceríamos. Está claro también que los papeles que desempeñan contribuyen a que la urdimbre del relato sea aún más consistente.
Tras la “nota histórica”, la novela se enriquece todavía más con un mapa del Imperio romano desde el año 192 d. C. a 197 d. C., el árbol genealógico de la Dinastía Severa, los planos de las principales batallas, un extenso glosario de términos latinos y de otras lenguas y una completa bibliografía.
En resumen, Yo, Julia de Santiago Posteguillo reúne todos los ingredientes para ocupar desde hoy un lugar de honor en mi biblioteca.

 

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