El libro que hoy traigo a Opticks lo publicó su autor en el año 2002. Yo lo leí entonces y me pareció un tanto exagerado en sus afirmaciones, incluso, le adjudiqué un matiz humorístico, tal vez influyó en ello que estuviese prologado por Tonino.
Hace unos días, al descubrir en el mercado editorial que dicho autor ha publicado una variante de esa primera obra, en la que se reafirma en sus anteriores postulados, lo he leído de nuevo. Esta vez el matiz humorístico ni tan siquiera lo encontré en el prólogo.
El libro se titula Elogio del imbécil, su autor es Pino Aprile y está editado por Temas de hoy.
Partiendo de su experiencia escolar, dice Tonino: “Comprendí prematuramente que con los imbéciles –estado en el que yo mismo me incluyo con frecuencia- no se puede razonar, ni se les pueden plantear más vías de las que conocen…Cuando uno discute con un imbécil se convierte, por ósmosis, en imbécil y medio”. Y más adelante: “El imbécil tiende además a rodearse de imbéciles para camuflar su propia incapacidad… Los hombres asociados en grupo se convierten en un inagotable manantial de estupidez”. Pino Aprile, por su parte, pone como ejemplo a los hinchas de un equipo de fútbol.
Tras el prólogo, el escritor italiano explica que decidió escribir el libro a raíz de una conversación que mantuvo con el Premio Nobel Konrad Lorenz, a quien entrevistó en su casa de Viena cuando era ya muy anciano. Aunque la preocupación por el desarrollo de la inteligencia humana la empezó a sentir antes mientras leía El origen del hombre de Charles Darwin.
Se preguntaba por qué la evolución, que nos ha convertido en lo que somos, por encima de otras muchas especies vivientes y de homínidos desaparecidos, como el hombre de Neandertal, que tenía un cerebro de mayor tamaño que el nuestro estancado hace 300 siglos, actúa para mal; de tal modo, que el paso del tiempo, si observamos el comportamiento humano, parece reducir el uso de la inteligencia en vez de aumentarlo. ¿Es posible que estemos condicionados por una clase de selección cultural (y quizá natural) que nos aboca a la imbecilidad?
Una de las razones que dio Lorenz es que el ingenio humano inventa vías de salida para casi todas las necesidades de nuestra vida. Y una vez que ha descubierto la solución al problema, no necesita usar la inteligencia, le basta con copiar. Sin embargo, imitar no es inventar, y así es como se marchitan nuestras facultades intelectuales por falta de estímulos.
Pino Aprile hubiese deseado mantener otras muchas conversaciones con el profesor, pero éste murió.
A falta de ese apoyo, se valió de un filósofo imaginario, al que presenta como amigo del profesor Lorenz, para que rebatiese con profundidad y fundamento todo lo que él pensaba exponer.
De este modo, en cada capítulo el lector tiene las opciones de dar fiabilidad a las afirmaciones del profesor o a las expuestas por el autor del libro.
Uno y otro se apoyan en multitud de ejemplos y en personajes de la ciencia y la cultura en general de todas las épocas.
Es la razón por la podemos encontrar en las páginas de Elogio del imbécil líderes políticos, guerras, movimientos sociales y empresariales, iniciativas humanas y sus resultados, conflictos familiares… Con todo ello, Pino Aprile llega a unas conclusiones bastante descorazonadoras.
Afirma, por ejemplo, en referencia a la baja natalidad en los países desarrollados, que instruir a la gente va en contra del gran objetivo evolutivo: reproducirse. Una vida mejor engendra necesidades que si eres pobre no tienes. Hemos sustituido los hijos por las cosas o por las obsesiones.
Insiste en que la inteligencia divide porque busca diferencias; la estupidez aplana, por tanto une a la gente, “crea comunidad”. Es difícil y hasta imposible poner de acuerdo a un grupo de Premios Nobel, lo que no ocurre cuando se trata de una multitud que aclama al líder o a su equipo de fútbol.
Es muy crítico, pero lo justifica en aras de la estabilidad que persigue el poder, con la burocracia impuesta por determinadas jerarquías que inventan cargos y multiplican funciones (vicepresidentes, administradores, directores técnicos y comerciales, subsecretarios, jefes de departamento, asesores…), para que sea necesario contar con un elevado número de personas que las realicen sin esforzarse mucho.
Se suple así la calidad con la cantidad y se consigue el objetivo propuesto, ya que “el poder de una organización social humana es tanto más fuerte cuanto mayor es la cantidad de inteligencia que consigue destruir”. Como observamos a lo largo de la historia, “el poder, en cuanto le es posible, empieza a prender fuego a los libros y después también a sus autores”.
Podría seguir y seguir desgranando las teorías que Pino Aprile explica con detalle y fecundos ejemplos, pero he de terminar la reseña y lo hago con algo que él considera la culminación de ese deterioro intelectual: la inteligencia artificial. “No hay nada más estúpido que esto. Estamos preparando el próximo peldaño de la inteligencia, nuestro reemplazo”.