El mal que intento describir en este libro no es una cosa anónima y abstracta. Esto no nos lo enseña sólo la experiencia, sino que lo sabemos desde la infancia: más que maldad, hay malos. El mal, dice Vasili Grossman, “es una persona con un rostro y un nombre”. Esta guerra de Rusia para negar la existencia de Ucrania y borrarla del mapa en pleno siglo XXI, esta invasión imperial con su consiguiente exterminio de las mejores mentes de la última generación de ucranianos, no ha sido provocada por el mal impersonal. Si todas las víctimas deben tener un rostro y un nombre, también el verdugo que ha provocado su muerte los debe tener, y en este caso los tiene: se llama Vladímir Putin.
El libro que hoy traigo a Optiks, del que he extraído el párrafo anterior, que creo resume bien la intención del autor al escribirlo, se titula Ahora y en la hora, lo ha escrito Héctor Abad Faciolince y está editado por Alfaguara.
Aunque el título, Ahora y en la hora, tenga para los que rezamos el Ave María un matiz religioso, el autor lo ha elegido a partir de una anécdota que relata en el libro, pero él no se considera creyente. Aún así muchas de las expresiones que utiliza y gran parte de sus deseos y afectos comparten con el título ese matiz de religiosidad. Y es que ante el infortunio, el dolor y la muerte resulta muy difícil no mirar a lo alto.
La obra es el relato de un viaje que para el escritor no entrañaba ningún tipo de riesgo: Asistir a la Feria del Libro del Arsenal, en Kyiv, y tan sólo una tarde. Claro que siendo Ucrania un país en guerra y parcialmente invadido, el riesgo estaba ahí; así lo vieron su mujer y sus hijos que desaconsejaron la aventura.
Pese a todo el escritor partió. Le ilusionaba encontrarse con las editoras de su libro El olvido que seremos que había tenido gran éxito en Ucrania. Allí se reuniría con dos compatriotas: Sergio Jaramillo Caro, ex alto comisionado para la Paz y ex viceministro de Defensa, que difundía un movimiento con el rotundo nombre de “¡Aguanta, Ucrania!”, y Catalina Gómez Ángel, periodista de guerra con más de quince años de experiencia en guerras en Oriente Medio y desde hacía meses residente en Kyiv con el objetivo de informar sobre la invasión rusa desde todos los rincones del país. En la Feria le presentaron a Victoria Amelina, escritora ucraniana dedicada ahora a investigar los crímenes de guerra.
Partiendo de los escritos de Victoria Amelina y de la novela de Vasili Grossman Todo fluye, Héctor Abad Faciolince relata las tragedias históricas de Ucrania.
En la era soviética y los primeros años de independencia se intentó, a través de la educación y la propaganda, que los ucranianos no conocieran u olvidaran su trágica historia: el terror y la hambruna (conocida en el país como Holodomor) que mató de hambre a cerca de siete millones de ucranianos en un solo año, sin contar a los muertos entre los deportados a Siberia, todo a causa de los delirios ideológicos y las órdenes deliberadamente homicidas de Iósif Stalin.
Victoria Amelina añadió en el ensayo que escribió sobre esas masacres que no contento con el exterminio indiscriminado, Stalin ordenó “el exterminio del Renacimiento cultural ucraniano”, mediante las llamadas purgas estalinistas de 1934 en la que fueron perseguidos y eliminados cientos de escritores, intelectuales y trabajadores de la cultura, con el propósito de borrar cualquier vestigio de identidad nacional ucraniana. Es lo que ahora intenta hacer Putin.
Tras Stalin, llegó Hitler y su Operación Barbarroja en 1941 en la que los nazis eliminaron prácticamente a todos los judíos y con ellos al resto de intelectuales y científicos, varios millones de personas.
Durante la cena que cerraba la Feria, Sergio y Catalina hablaron de explorar los horrores de la invasión rusa en la región del Donetsk cerca del frente; irán en el jeep de Dima, un intérprete, y guía de confianza. Victoria decide ir con ellos, y Héctor, que se sabe cobarde aunque le molesta que los demás lo noten, ocultando el peligro a su familia, opta por acompañar al grupo.
Tras comprobar lo que para Ucrania supone la guerra y conocer de primera mano los métodos con los que los comunistas atemorizan y diezman a la población, inician el regreso. Como despedida, se disponen a cenar en una pizzería de Kramatorsk.
Allí sucede algo que cambiará sus vidas para siempre: un misil ruso con seiscientos kilos de explosivo cae sobre el centro mismo del lugar y deja en el acto trece muertos y más de sesenta heridos. Una de las víctimas fatales es Victoria Amelina.
Héctor Abad Faciolince pretende con su libro hacer un homenaje a la escritora muerta, destacar la valentía de los acompañantes, de cuyas trayectorias se ocupa largamente, así como de las vidas truncadas de las distintas víctimas.
A la vez no oculta su vulnerabilidad de persona mayor (64 años), aquejada por serias dolencias que, no obstante, sobrevive a la explosión, se aleja del lugar y no quiere morir. Lo que provoca en él un sentimiento de culpabilidad que, junto al homenaje a Victoria Amelina y a la denuncia de lo que Putin ordena que se haga en Ucrania, también está en el origen de Ahora y en la hora.