LA DEPENDIENTA

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Después de leer en el libro de Amélie Nothomb, Estupor y temblores, su nada agradable experiencia como empleada en una gran compañía japonesa, me interesaba buscar información sobre las experiencias de otros empleados en el Japón actual, reflejada en obras de escritores oriundos de ese país.

Es el caso de la novela que hoy traigo a Optiks. Se titula La dependienta, su autora es Sayaka Murata, está editada por Duomo Nefelibata y traducida por Marina Bornas.

Sayaka Murata es una prestigiosa escritora japonesa con numerosos premios en su haber, entre ellos el Akutagawa, importante galardón que recibió precisamente por esta novela en el año 2016.

La dependienta, narrada en primera persona, es uno de esos libros muy bien escritos que dice mucho más de lo que podemos leer en sus 162 páginas.

La protagonista es Keiko Furukura, una joven que desde niña se aparta por completo de la norma. Resulta sintomática la escena del pajarito muerto del que su madre intenta se compadezca con entierro incluido. La niña piensa que sería mejor llevarlo a casa y freírlo, porque si a su padre le gusta el pollo frito, también el pájaro frito le gustará, más aún si encuentran otros pájaros en circunstancias parecidas.

Al repetirse situaciones similares y comprobar que su hija mayor no encaja en los patrones que la sociedad fija, los padres consultan a diversos profesionales, sin obtener resultados que consideren positivos.

El libro se inicia cuando Keiko Furukura, ya con 36 años, trabaja a tiempo parcial de dependienta en una Konbini, cuyo supermercado está abierto 24 horas los 7 días de la semana.

En sus tiempos de niña, adolescente y universitaria, al notarse diferente a los demás y que éstos pretendiesen “curarla”, aunque ella no se sintiese enferma, Keiko opta por la soledad y el silencio. Si calla, nadie criticará sus opiniones ni la juzgarán rara.

Así que, al abrir el supermercado en su primer año de universidad y descubrir que allí sólo ha de repetir de manera mecánica determinadas palabras, gestos y acciones, entiende que en aquel ambiente, en el que todo está controlado al segundo, encaja por completo.

Se independiza. Pasa el tiempo. Su hermana se casa según la norma y tiene un hijo, según la norma también. Crece la preocupación familiar por su falta de aspiraciones laborales y su nulo deseo de encontrar pareja.

La campanilla que suena cuando alguien entra me recuerda la campana de una iglesia. Cuando abro la puerta, la caja luminosa me está esperando. Un mundo normal y estable que nunca deja de girar. Mi religión es este mundo rebosante de luz que contiene la caja.

Al margen del mundo seguro de la tienda que conoce tan bien, Seiko se reúne de vez en cuando con antiguas compañeras de estudios, casadas todas, e intenta repetir sus ademanes y utilizar un vocabulario parecido hasta en la entonación para que no la consideren diferente: soltera, trabajando por horas en el mismo lugar desde hace dieciocho años y sin aspiraciones. Un elemento extraño que molesta.

La situación se complica para ella cuando llega a la tienda un nuevo empleado que tampoco se ajusta a las normas sociales, pero pretende que esa sociedad, a la que rechaza, le mantenga.

He apuntado al principio que La dependienta de Sayaka Murata encierra mucho más de lo que puede parecer a simple vista. Animo a los lectores a que profundicen en la riqueza de su contenido.

 

 

 

 

 

 

 

 

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