EL LOCO DE DIOS EN EL FIN DEL MUNDO

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EL LOCO DE DIOS EN EL FIN DEL MUNDO

El libro que hoy traigo a Opticks se titula El loco de Dios en el fin del mundo, su autor es Javier Cercas y está editado por Literatura Random House.

En abril del año 2023, estando en Turín, Javier Cercas recibe la llamada de Lorenzo Fazzini, responsable de la Librería Editrici Vaticana, que le propone acompañar al papa Francisco en el viaje que realizaría a finales de agosto a Mongolia y escribir sobre ese viaje y sobre lo que considerase interesante para el lector: el papa, la Iglesia, el Vaticano o lo que él, “conociendo su confesado ateísmo, anticlericalismo, laicismo militante y racionalismo contumaz”, creyese oportuno.

En las páginas siguientes Javier Cercas informa del origen de su ateísmo, partiendo de que fue educado en una familia católica tradicional y con una madre creyente convencida.

Dice que la lectura de la novela de Miguel de Unamuno, San Manuel Bueno, mártir, que leyó con 14 años, produjo en él una especie de cataclismo que le llevó a rechazar la educación católica recibida. Una educación que, por otro lado, reconoce impidió padeciese la angustia existencial que empezó a sentir en el momento en el que perdió a Dios y que después, ya adulto, intenta contrarrestar a través de la Literatura: “Es el engendro que me impele a escribir, para arrancármelo de la garganta y librarme de él, para disolverlo o pulverizarlo con palabras…”.

La expresión “el loco de Dios, la extrae Cercas de G.K, Chesterton que así denomina a Francisco de Asís, encarnación misma de la humildad. Esa clase de locura la atribuye a lo largo del libro a ciertas personas con las que se encuentra durante el viaje, al papa Francisco, a los misioneros e, incluso, a él mismo por aceptar un proyecto que, en principio, consideraba una locura y cuya aceptación condicionó a que el Papa respondiese a una pregunta que le rondaba desde la muerte de su padre, ante la certeza que tenía su madre en el posterior encuentro: “Si mi madre estará con mi padre después de muerta. Preguntarle por la resurrección de la carne y la vida eterna”.

De abril a agosto, Javier Cercas se prepara de manera exhaustiva para el libro que ha aceptado hacer y se documenta ampliamente sobre la trayectoria del Papa, desde su nacimiento en Argentina el 16 de diciembre de 1936 hasta su vida actual en Sta. Marta.

La exhaustiva documentación la obtiene a través de obras relacionadas con el Pontífice o escritas por él, de lo publicado en los medios de comunicación sobre la figura de Jorge Bergoglio, antes y después de ser elegido, y de entrevistas mantenidas con las personas más significativas que le rodean en el Vaticano a los que se refiere como “los soldados de Bergoglio”.

Es una búsqueda en la que abundan las preguntas y las inquietudes que cualquier persona interesada por el catolicismo y la figura de Francisco pueda tener y que a mí, como creyente, me ha hecho cuestionarme si en todas ellas y en el análisis reflexivo y literario que Javier Cercas hace de las respuestas está el escritor que quiere vender libros o el hombre que ansía recuperar al Dios perdido.

Sea una motivación u otra, lo cierto es que Javier Cercas no omite nada, critica la postura de la Iglesia en muchos aspectos y, en relación con el Papa, explica tanto las razones en las que se apoyan los detractores de su pontificado como las de los defensores.

Aunque la realidad es que de la exposición de todas esas razones  emerge la figura de un hombre que se considera pecador, que pide siempre que recen por él, que ha renunciado a diversos boatos vaticanos y vive con sencillez en Sta. Marta, que intenta frenar el poder omnímodo de la curia con directrices específicas que lo recortan y nombramientos de cargos y autoridades eclesiásticas lejos de su influencia, que desea que la Iglesia tenga como objetivo principal la vivencia y difusión del mensaje evangélico y caminé al encuentro del otro en lo que denomina “periferias”, que son lugares, pero, sobre todo, personas necesitadas.

Un mensaje evangélico que Cercas entiende está presente en el testimonio que dan los misioneros, algunos de los cuales, otros “locos de Dios”, como el padre Ernesto, el padre Giovanni, la hermana Anna o la hermana Lucilla conoce en Ulán Bator, capital de Mongolia, país muy bien descrito por el autor, de historia heroica y trágica a la vez, casi despoblado pese a la enormidad de su extensión, pero con estepas, montañas, un desierto y un clima tremendamente frío que dificultan la vida diaria.

Allí, a Mongolia, casi “en el fin del mundo”, a pesar de la dureza del clima, la dificultad del idioma y el pequeño número de católicos entre una población que practica el budismo tibetano, quiso viajar Francisco, “el loco de Dios”, en su predilección paternal por lo que viven en las “periferias”.

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