Leo en el periódico que la mayor aspiración de los jóvenes españoles, en un número cada vez más elevado, consiste en convertirse en funcionarios.
El libro que hoy traigo a Opticks se llama Oposición, su autora es Sara Mesa y está editado por Anagrama.
La mesa la pusieron en mitad de la nada, en un lugar de paso, sin ventanas. Sonaba un ronroneo constante, quién sabe de qué aparato o cosa.
Especialista en crear ambientes inquietantes, Sara Mesa inicia así la historia que nos contará otra Sara que, recién acabados sus estudios, ocupa un puesto de funcionaria interina en la administración porque una antigua profesora “movió los hilos” para ello.
La inexperta joven pasa diez días acudiendo a la mesa que le asignan, en espera de que la reciba la asesora jurídica a la que ha de ayudar en su trabajo. Durante esos días observa el entorno y finge estar ocupada en algo. Tuve la sensación de que me fatigaba más aparentando trabajar que si hubiera tenido que trabajar realmente.
Por fin la asesora jurídica la recibe. Le explica que lleva catorce años en el puesto, que mide por la duración de los cargos políticos. Con todos ellos se llevaba maravillosamente, aunque cada uno era de su padre y de su madre, y que su ayuda le iba a venir genial para delegar de alguna de sus innumerables ocupaciones
En este caso se trataba de poner en marcha una OMPA: Oficina de Mediación y Protección Administrativa, aún en fase de diseño
El desarrollo de dicha OMPA requiere la intervención de varios personajes, cuyas descripciones responden a otra de las habilidades que posee la autora para introducirnos en esos ambientes especiales, que aquí provocan tanto hilaridad como nerviosismo e inquietud.
Uno de los personajes, Beni, rígida a causa del corsé ortopédico que se ve obligada a llevar, afea a Sara la expresión que ha utilizado, “mover los hilos” porque predispone a la gente a denunciar amiguismo donde no lo hay. La función pública no es permeable al enchufe, sentenció, dado que se asienta en una línea recta, la de la transparencia. Al verdadero funcionariado sólo se accede por oposición.
De ahí el título del libro, Oposición, ya que Beni decide que lo mejor para Sara es garantizarse el puesto de trabajo de por vida enfrentándose a unas oposiciones.
Claro que antes debe hacerse con la tarjeta de acceso al edificio, lo que la conduce a ir de un lado a otro en un deambular sin sentido que recuerda, salvando las distancias, El palacio de los sueños de Ismail Kadaré.
Una vez que le envían la tarjeta por los cauces reglamentarios, Teresa le explica por fin en qué ha de consistir su trabajo, lo hace con un ejemplo: Sería la base de una pirámide donde llegarían las reclamaciones que enviarán los ciudadanos. Yo las registraría y las pasaría al siguiente nivel, esto es, a ella, y, posteriormente, al nivel superior, un comité de siete sabios imparciales. Gracias a esta sabiduría e imparcialidad, y apoyado en los informes pertinentes, el comité tomaría una decisión final respecto al reclamante: darle la razón, no darle la razón o reconocer su incapacidad para darle o no darle la razón.
La cuestión era que, al igual que los egipcios no construyeron las pirámides en un día, el área de informática tenía que ultimar el diseño de un programa específico de tramitación. Luego había que esperar a que se designara a los siete miembros del comité. Esto último no era asunto nuestro, sino de las altas esferas, dijo poniendo los ojos en blanco. ¿Entonces? Entonces nada, a seguir preparándonos, aunque yo no sabía a qué se refería con “prepararnos”.
Con los párrafos anteriores y el título de libro, el lector puede hacerse una idea de lo que Sara Mesa pretende denunciar a través de un relato irónico, mordaz y de ritmo implacable que llega a molestar por la veracidad que encierra: la burocracia absurda que padecemos, tanto desde la perspectiva de quien se ve atrapado en el tiempo muerto de las tareas inútiles que hacen desesperar al ciudadano que requiere soluciones rápidas y prácticas, como de ese mismo ciudadano, impotente ante una cantidad cada vez más onerosa y elevada de trabas burocráticas, que no hablan precisamente bien de cómo nos organizamos en sociedad.