LA ACROBACIA DE CONFUCIO

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La acrobacia de Confucio es la tercera novela que leo del escritor y cineasta chino afincado en París Dai Sijie. Las anteriores fueron Balzac y la joven costurera china y El complejo de Di.
Son tres obras situadas en periodos distintos de la historia de ese legendario y misterioso territorio. Balzac y la joven costurera china se desarrolla durante el gobierno de Mao y sus protagonistas sufren las consecuencias de la revolución cultural diseñada por éste. El complejo de Di tiene por marco la época actual, en la que conviven un régimen comunista descafeinado y un pujante y corrupto capitalismo. Por último, el libro que acabo de leer, La acrobacia de Confucio, despliega ante nosotros, como si se tratase de un maravilloso y colorista tapiz, la vida del emperador Zheng De que dirigió realmente los destinos de China desde 1491 a 1521.
Debo decir que de las tres novelas, la que más me ha gustado ha sido la primera; creo haberla recomendado en alguna ocasión a los lectores. Quizá porque también habla de libros y su valor salvífico, porque es la más occidental de las tres; o porque nos demuestra que, incluso en medio de la tragedia, siempre aparece un comodín que acorta o dulcifica el trance.
La segunda novela traza un retrato de la China actual tan explícito, mordaz y cáustico, que desconcierta. Debo decir aquí que mi visión de China está mediatizada por la enorme cantidad de libros que en un tiempo lejano, en el que era bastante influenciable, leí de Pearl S. Buck. La visión que la escritora norteamericana transmitía de aquella sociedad resultaba elegante, épica y contenida. Nada que ver con la que transmite Dai Sijie: abigarrada, estrambótica, hilarante y hasta gozosamente obscena.
La tercera novela me parece aún más barroca, erótica y disparatada que la segunda, ya que el emperador que la protagoniza es un ser excéntrico, apasionado por el opio, la caza y el sexo, que lleva a cabo exóticas y surrealistas actividades, en busca de placeres cada vez más sofisticados y extraños.
La detallada descripción de personajes, costumbres, paisajes y ambientes (en esto se aprecia la sensibilidad del cineasta); el trepidante ritmo del relato, característica común a las tres obras; la vitalidad, el humor, el ingenio y la crítica solapada del poder excesivo y sus consecuencias, así como del teatro del mundo, unido todo ello a otras muchas virtudes que el atento lector encontrará, convierten a las obras de Dai Sijie en imprescindibles para quienes disfruten con la lectura y, al mismo tiempo, deseen conocer en profundidad y desde el punto de vista de alguien libre y desinhibido la historia apasionante del gran país asiático.

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