EL PAN DE LOS AÑOS MOZOS. AURA

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Dos libros más del lote veraniego. Dos joyas de la Literatura cuya brevedad corre pareja a su extraordinaria calidad. Se trata de El pan de los años mozos, obra de Heinrich Böll publicada en 1955; y de Aura, escrita por Carlos Fuentesque la publicó en 1962.
Del escritor alemán Heinrich Böll ya he hablado al comentar otra de sus obras, Opiniones de un payaso. Señalo de nuevo algunas de las características que destaqué entonces.
Es Heinrich Böll una persona amante de la libertad, que critica el poder venga de donde venga; lúcido, profundo, reflexivo. En el análisis que realiza de los personajes y sus motivaciones huye de cualquier clase de sentimentalismo. Presenta a las personas tal y como son, insistiendo en la parte oscura y hasta negativa de cada uno.
El pan de los años mozos tiene 103 páginas. Nos cuenta la historia de un joven, Walter Fendrich, que recibe el encargo de recoger en la estación a una chica de su mismo pueblo que viene a la ciudad a trabajar de maestra.
La acción de la novela transcurre en un solo día en el que Walter, que tras muchos trabajos y penalidades ha conseguido estabilidad económica y sentimental como técnico de lavadoras en una empresa y novio de la hija del dueño, mientras piensa en ir o no a recoger a la chica, Hedwir Muller, de la que casi no se acuerda, rememora todo lo que ha vivido hasta esa fecha en plena posguerra alemana.
Entre los recuerdos del joven sobresale el hambre que ha pasado. Hambre que lo llevó a robar y mendigar por un poco de pan, y que, según mi opinión, más que el amor, resulta fundamental en el relato. La obsesión por el pan era tal que, cuando por fin el trabajo le proporcionó algún dinero, se dedicó a recorrer panaderías adquiriéndolo para regalarlo después.
El encuentro en la estación con Hedwir provoca en Walter una impresión tan intensa, que se enamora de ella de una manera total y absoluta, sin encontrar explicación lógica a ese deslumbramiento en apariencia compartido.   
Descubrir el final de la historia es tarea del posible lector. Sólo queda añadir que El pan de los años mozos permite a las personas que no hayan leído nada de este autor aproximarse a su forma de hacer literatura con más comodidad y facilidad que si eligen adentrarse en Opiniones de un payaso, obra más complicada y extensa.
La vida del escritor mejicano Carlos Fuentes fue bastante menos trágica que la de Heinrich Böll. Así que su literatura se inclina sobre todo por el estudio del pasado histórico de Méjico, la relación de estos territorios con España y un gusto por el misterio y por el mito.
En Aura, también de pocas páginas, sólo 62, el principal protagonista es Felipe Montero, joven historiador que trabaja como bibliotecario ganando lo mínimo y que, al leer en el periódico un anuncio en el que se solicita a un profesional con sus cualidades: ordenado, escrupuloso, conocedor de la lengua francesa, para un empleo muy bien pagado, decide presentarse y solicitar la plaza.
La calle que aparece en la dirección del periódico, (importan mucho las descripciones en Aura), está formada por viejos palacios coloniales. El que él ha de visitar, con balcones de celosía y gárgolas de arenisca, tiene las ventanas ensombrecidas por largas cortinas verdosas. La puerta cede al leve toque de los dedos. Felipe se adentra en la oscuridad del vestíbulo y una voz le va guiando por pasillos y escaleras al encuentro de Consuelo, la dueña de la casa. Consuelo, menuda y consumida, viuda de un general, desde la cama en la que está acostada, rodeada de santos y de velas, le explica en qué consistirá su trabajo: deberá completar las memorias de dicho general, recibiendo por ello una elevada suma, pero con la condición de permanecer en la casa hasta tenerlo terminado.
Al joven lo que le permite ver la penumbra en la que se mantiene la vivienda y el aspecto de ésta y de su dueña no le predisponen a aceptar la tarea. Entonces aparece Aura, sobrina de Consuelo, y sus impresionantes ojos verdes le impulsan a quedarse.
Explicado así, Aura tal vez no despierte el interés que haría necesaria su lectura. Sin embargo, a través de sus páginas nos adentramos en un mundo extraño y tenebroso lleno de misterios que escapan al entendimiento humano. Ha sido analizada por estudiosos de todas las lenguas buscando descubrir el simbolismo que representan objetos, animales y personas. Incluso hubo quien pensó prohibirla por obscena.
Lo dicho, una pequeña joya, precursora del realismo mágico, en la que no se desaprovecha ni una línea, y que, estoy segura, no dejará a nadie indiferente.   
 

 

 

 

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