EL CEMENTERIO DE PRAGA

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Ha muerto Umberto Eco. Hubiese sido interesante conocer su opinión sobre los privilegios que Gran Bretaña ha logrado obtener por parte de la Unión Europea; él, un europeísta convencido que defendía la idea de una Europa unida que debía tener en cuenta, además de la economía y la política como hasta ahora, la educación y la cultura.
Umberto Eco fue siempre un gran lector, parecía saberlo todo, aunque no presumiese de ello y se lamentase de lo mucho que le quedaba por leer. Fue también un hombre muy crítico y muy libre (quizá por eso nunca consiguió el Nobel). Decía lo que pensaba y sus palabras y publicaciones bastantes veces originaron encendidas polémicas; un ejemplo podría ser El cementerio de Praga, libro que traigo a Opticks como homenaje a este extraordinario intelectual.
El cementerio de Praga se publicó en el año 2010 y desde el primer momento su contenido sentó muy mal tanto en círculos católicos como judíos y es que se trata de una obra que no deja títere con cabeza.
Quizá si en El cementerio de Praga hubiese predominado la ficción, las críticas no habrían existido, pero el problema es que casi todos los personajes que aparecen en sus páginas existieron en realidad: Garibaldi, Cavour, Napoleón III, Maurice Joly, Alejandro Dumas, Sigmun Freud, Dostoievski, Zola, Marx, etc.;  así como los hechos que cuenta acaecidos en la segunda mitad del siglo XIX: conflictos en la unificación de Italia, Comuna de París, guerra franco-prusiana, levantamiento de los camisas rojas de Garibaldi, 3º República Francesa, juicio y condena de Alfred Dreyfus, etc.
Podemos afirmar entonces que El cementerio de Praga es una novela histórica basada en hechos reales, que utiliza esos hechos y añade otros debidos a la imaginación del autor para criticar la manera en que se suele ejercer el poder.
El principal protagonista, personaje de ficción, es el capitán  Simone Simonini, abogado y experto falsificador; la novela empieza con él residiendo en París mientras sufre una serie de alteraciones de la personalidad que le convencen, en un primer momento, de que en su casa vive otra persona, el abate Dalla Piccola. Buscando aclarar lo que sucede, Simonini escribe un diario que nos conduce a su infancia en Turín y que parece ir completando con ayuda del citado abate. A estos dos personajes, se une en ocasiones un narrador que pone orden en las anotaciones cuando lo cree preciso.
Así ambos personajes, que al final descubrimos es uno solo, nos introducen a través del diario en un mundo de intriga y de violencia, en el que cualquier método es bueno para dominar a los demás, conseguir y mantener el control de las masas.
Simone Simonini falsifica toda clase de documentos, denuncia al inocente, engaña al idealista, asesina al molesto y lo mismo colabora con los servicios secretos italianos, que con los franceses, los prusianos o los rusos.
En los escritos que vende a unos y a otros como auténticos o falsificados, salen muy mal parados los jesuitas, los masones y, sobre todo, los judíos, por los que siente un odio feroz que heredó de su abuelo. A un grupo dirigente de estos últimos los sitúa en Praga, en un antiguo cementerio judío abandonado, afirma, basándose en invenciones propias y ajenas, que ese grupo de rabinos se ha reunido para discutir y fijar medidas tendentes a dominar el mundo, unas medidas contenidas en los denominados Protocolos de la reunión de los rabinos en el cementerio de Praga. En 1903 en Rusia la policía secreta publicó “Los Protocolos de los sabios de Sión” que, según ellos, pretendían lo mismo, con la finalidad de crear opinión para que resultase fácil iniciar una persecución, la llamada “solución final” que allí comenzaron y que más tarde radicalizó Hitler.
Está claro, por lo dicho hasta ahora, que El cementerio de Praga no es una obra amable. Lo que sucede, al menos a mí me ha sucedido, que pese a tratarse de personajes y acontecimientos que he estudiado, la presentación que hace de ellos Umberto Eco, en la que utiliza con frecuencia la ironía y la hipérbole, así como intenciones y aseveraciones que pueden atribuirse a grupos y personas actuales, no me provoca ninguna clase de rechazo, es más, mucho de lo que dice lo suscribiría sin duda alguna.

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