LA TRISTEZA DE LOS ÁNGELES

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He sacado de la biblioteca la segunda parte de la Trilogía del muchacho, obra del escritor islandés Jón Kalman Stefánsson, se titula La tristeza de los ángeles y me ha gustado tanto como la primera, Entre cielo y tierra, que comenté en esta misma página el 10 de mayo del pasado año.
Ahora estaría bien dormir hasta que los sueños se conviertan en cielo, un cielo calmo donde revoloteen suavemente unas cuantas plumas de ángel…
Así empieza Jón Kalman Stefánsson una, llamémosle, introducción aclaratoria antes del primer capítulo del libro, que de nuevo nos habla del muchacho y de cómo se desenvuelve su vida en Lugar acogido por Helga y Geirprúdur.
Poco a poco el muchacho se adapta a las nuevas comodidades que le rodean: Nunca había dormido en un cuarto propio hasta que la muerte de Bárdur lo empujó a esa casa tres semanas atrás. En ese cuarto tiene una gran cama, tiene libros y es él quien decide cuándo apagar la luz y puede leer tanto rato como quiera, lo que supone una vertiginosa sensación de libertad.
La lectura, tan presente en el libro anterior, ocupa aquí de nuevo un importante espacio. La poesía islandesa y las obras de Shakespeare que el muchacho lee al capitán ciego y a las mujeres de la casa, unas mujeres que han decidido encargarse de su educación.
Pronto llegará la primavera pero no se nota en absoluto. El cielo dispone de una cantidad infinita de nieve. Los indios dicen que los copos de nieve son lágrimas de los ángeles. A pesar de la ventisca, de los continuos temporales que llenan la existencia y amenazan las vidas, el muchacho se siente bien, es útil, piensa que la felicidad existe, comienza a enamorarse: Él no sabía que fuese posible detener la rotación de la tierra con tan sólo mirar un mechón de cabello que desciende solitario y sinuoso por una mejilla blanca.
Entonces… El viaje: Si algo ha creado el demonio en este mundo, además del dinero, son las tormentas de nieve en las montañas. Jens, uno de los carteros, debe sustituir a un compañero enfermo en un viaje por el mar y las montañas que durará varios días. Helga y Geirprúdur dicen al muchacho que le acompañe: Jens tiene pánico al mar… Ha de llevar a alguien que pueda remar con él, que pueda más o menos seguir su ritmo a pie… Que no se deje influenciar por su pánico.
De ese modo se inicia una lucha feroz con la naturaleza y con la muerte, en un terrible recorrido que pone a prueba la resistencia de ambos y hace que se conozcan y se aproximen como seres humanos. Un recorrido en el que van encontrando a otras personas, pequeños y mayores, hombres y mujeres que luchan por sobrevivir en un entorno hostil y despiadado. El viento silba fuera, brama enfurecido esperando con ansia a que los hombres vuelvan a salir para tener algo con lo que jugar, algo aparte de la nieve.
La tristeza de los ángeles es un libro en el que importan mucho las palabras, ninguna está de sobra. Jón Kalman Stefánsson las ha escogido con un exquisito cuidado. Con las palabras nos aproxima a la Islandia de finales del siglo XIX, dibuja poéticamente los detalles, profundiza en la personalidad de cada uno de los personajes haciéndolos cercanos y creíbles.
Entre esos personajes ocupan un lugar destacado las mujeres, Jón Kalman Stefánsson, en los dos libros que he leído de su trilogía, pone de manifiesto su importancia y denuncia las injusticias que se cometieron con ellas: Aquí, en los confines del mundo, las mujeres se han despertado antes que Dios y los hombres para arrodillarse frente al hogar y soplar las brasas que guardan el fuego de la noche anterior.
Mujeres que se ocupan de que todo siga en pie cuando los hombres se lanzan a los mares a pescar el bacalao imprescindible para su sustento. Mujeres fuertes e independientes como Helga y Geirprúdur, valientes como Salvör, inolvidables como María y Anna. Mujeres significativas hasta después de muertas: Ásta es un buen ejemplo. Y estas mujeres son sólo algunas de las muchas que aparecen en el relato.
Atendiendo a ese retrato heroico, no es de extrañar que el esfuerzo continuo de las mujeres haya logrado que la Islandia actual sea calificada como el país más igualitario del mundo; también como el mejor para las trabajadoras que reciben, por ley, los mismos salarios que los hombres.
 

 

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