UNA LECTORA NADA COMÚN

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El libro que hoy traigo a Opticks, Una lectora nada común del escritor inglés Alan Bennett, es una obra breve, 119 páginas, pero cuyo contenido posee la suficiente enjundia para mantener sobre él una tertulia larga y sustanciosa.
El argumento gira en torno a la figura de la reina de Inglaterra, Isabel II,  que un miércoles, siguiendo a sus perros, un tanto alborotados, llega a la puerta de las cocinas del palacio de Buckingham, ante la que está aparcado un autobús biblioteca.
La cortesía con la que la soberana ha sido enseñada a tratar a sus súbditos, hace que se interese por Hutchings, el bibliotecario, y por Norman, un joven pinche de cocina que encuentra leyendo en el interior del autobús.
Ese interés la conduce, también por cortesía y compromiso, a llevarse un libro de Ivy Compton-Burnett, escritora hasta hoy desconocida para mí,  que será el primero de una larga lista; ya que a partir de ahí, ella, que había leído mucho, pero sólo documentos e informes oficiales y siempre por obligación, descubre el atractivo de la literatura como república de las letras. Un libro no se somete, considera a todos los lectores iguales. Así que, entre las páginas de un libro, la reina estaba de incógnito. Lo único  que lamentaba con pesar era que su avanzada edad no le iba a permitir leer todo lo que le apetecía.
Investigando sobre Ivy Compton-Burnett he descubierto que su estilo incluía muchos diálogos, igual que ocurre aquí; y que era muy crítica con la forma de ejercer el poder las clases altas.
El hecho de que Isabel II mantenga con la literatura una relación basada en la libertad como elección (sólo al principio le proporciona los libros Norman) y como sentimiento, preocupa a los que la rodean, acostumbrados a que en la corte el comportamiento real responda a  modelos definidos y estáticos. La reina no es una persona, sino una institución y como tal debe comportarse. La libertad y la espontaneidad no se contemplan en los manuales regios. Esto da lugar a situaciones comprometidas e hilarantes.
En resumen, podríamos decir que Una lectora nada común de Alan Benett se compone de tres partes, relacionadas entre sí desde el principio del relato.
En la primera, el autor, valiéndose de la protagonista, va presentando obras y escritores diversos, acompañados de sagaces, divertidos y profundos comentarios que pone en su boca.
En la segunda, analiza la benéfica influencia que la lectura tiene en las personas: libertad, conocimiento, humanización, impulso a la escritura, diversión, relax…
La parte tercera está dedicada a la crítica que, aunque sin perder el tono amable característico de toda la narración, si profundizamos un poco, no deja en muy buen lugar a nadie que sea poderoso, ni en el mundo de las letras ni en el de la política, las finanzas o en torno a la realeza. El poder siempre es arrogante y la mayor parte de las veces, estúpido. Eso sí, la reina se salva gracias a la lectura y la escritura.
 
 

 

 

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