LA SUMA DE LOS DÍAS

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El nuevo libro que traigo a Opticks está editado por DEBOLSILLO, la autora es Isabel Allende y el título La suma de los días.
Conociendo la trayectoria de la prolífica escritora chilena y el éxito que obtuvo con La casa de los espíritus, fácil es deducir que un relato autobiográfico como La suma de los días tendría elementos suficientes para asemejarlo a una novela de aventuras, ya que en él cohabitan el realismo mágico, el humor, la ironía, el drama, la literatura infantil, de viajes, etc.
Todo cabe en un libro que Isabel Allende dedica a su hija Paula, bastantes años más tarde de su muerte, después de haber publicado Paula,  la obra que fue escribiendo durante el tiempo en el que ésta permaneció en coma y en la que le cuenta la historia de su familia con la esperanza, quizá, de que despertara y pudiera leerla, o de que siguiese la lectura en ese lugar que dicen luminoso sobre el que la muerte no ejerce ya ningún dominio.
En cierta forma podemos considerar a La suma de los días como una continuación de Paula; de nuevo es a ella a la que, página tras página, se dirige la escritora, iniciando el relato en el momento en el que la familia se reúne en un bosque, del que casi todos guardan algún recuerdo, para esparcir las cenizas de la joven: En la segunda semana de diciembre de 1992, apenas cesó la lluvia, fuimos en familia a esparcir tus cenizas, Paula, cumpliendo con las instrucciones que dejaste en una carta, escrita mucho antes de caer enferma.
A partir de ese hecho, valiéndose de sus propios recuerdos, de las cartas que ha escrito a su madre y que sabe que guarda, y de la indagación tolerada en las vidas de los personajes que aparecen en la historia, Isabel Allende relata todo lo sucedido a su extensa familia, a veces la denomina “tribu” porque al matrimonio que ha formado con Willie, un abogado norteamericano, se van incorporando los respectivos hijos, los nietos y multitud de amigos que encuentran acogida en una casa en la que resulta fácil sentirse bienvenido. De mayo a septiembre calentamos la piscina como sopa y se llena la casa de niños propios y ajenos, que se materializan en la atmósfera, y visitas que llegan sin anunciarse, como el cartero. Más que una familia, somos un pueblo.
Las historias de esta enorme variedad de personas son narradas con la agilidad y el desenfado propios de la autora, que no duda en exponer con detalle defectos y virtudes de parientes y conocidos, pero siempre observados de una manera cariñosa y amable que hace sobresalir a gran distancia las virtudes por encima de los defectos.
También es necesario destacar que a la hora de exponer defectos o referir situaciones que dejan al personaje en mal lugar, la protagonista absoluta es la propia Isabel Allende, memorables son las alusiones a su corta estatura: Alcanzo, con tacones altos, al esternón de las mujeres y el ombligo de los hombres; los meseros pasan con las bandejas por encima de mi cabeza; o a su manía por controlarlo todo: Con el pretexto de ayudar y proteger a mi hijo y a mis nietos, me había convertido en una boa constrictor.
Isabel Allende publicó Paula el año 1993 y La suma de los días trece años después, así que el dolor por la pérdida de la hija que inspiró el primer libro se ha convertido aquí en la cálida y profunda añoranza de la amiga suave y constante.
Rememora los días terribles pasados a su lado mientras estuvo en coma y los primeros meses tras su muerte cuando sobrevivió a base de pastillas: Sentía tu ausencia como un dolor agudo, una lanza en el pecho, que a veces me ponía de rodillas.
Pero la vida sigue y el recuerdo de esa hija querida de cualidades extraordinarias supone el mejor de los estímulos para seguir caminando y ayudar a los que le rodean y a otras personas necesitadas a través de una fundación que crea con parte de las ganancias que obtiene por sus libros. En ese año que estuviste dormida me enseñaste mucho, hija; paralizada y muda seguiste siendo mi maestra, tal como lo fuiste durante los veintiocho años de tu vida. Me apropié de tu lema: “Sólo se tiene lo que se da” y descubrí, sorprendida, que es la piedra fundamental de mi contento.

 

 

 

 

 

 

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