LA REVOLUCIÓN ESPAÑOLA VISTA POR UNA REPUBLICANA

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Hoy traigo a Opticks dos libros en uno. Por lo tanto, he de nombrar a dos autores. El primero es Luis Español Bouché y la segunda, Clara Campoamor. El volumen que contiene los dos libros se titula La revolución española vista por una republicana y ha sido publicado por la editorial Renacimiento.
Hablo de dos libros porque el escrito por Clara Campoamor, La revolución española vista por una republicana, ocupa sólo una parte. El resto es la investigación que Luis Español Bouché ha realizado en torno a la autora y a la obra en sí, lo que nos permite conocer y apreciar en toda su amplitud a una mujer trabajadora, autoexigente, honesta y comprometida hasta el fin de su vida con la verdad y la libertad de pensamiento y acción.
Clara Campoamor nació en Madrid el 12 de febrero de 1888, a los nueve años perdió a su padre y a los doce debió dejar los estudios primarios para ayudar a la endeble economía familiar trabajando de modistilla y de dependienta, lo que no le impidió seguir con la afición a la lectura que tuvo siempre. Esta afición, unida a su capacidad de trabajo y esfuerzo continuado, determina que: “Si a principios de los años veinte, es reconocida como escritora y feminista, durante la segunda mitad de la década se le reconozca como célebre jurista. No disminuirá nuestro asombro si consideramos que a los treinta y cuatro años empezó el bachillerato y a los treinta y siete ejercía de abogada”.
En 1929 Clara se integra en Acción Republicana. Inicia así su carrera política que la conducirá a afiliarse progresivamente a distintos partidos cuando no encuentra el apoyo necesario para llevar adelante sus ideas liberales, cuya defensa la convierte en una importante figura en la política nacional con predicamento internacional.
El 14 de abril de 1931 nace la II República. Clara forma parte del Partido Radical de Lerroux y desde éste defiende en las Cortes el sufragio femenino, con el que muchos diputados no están de acuerdo porque consideran que las mujeres “son criaturas de la derecha dominadas por sus confesores”. Incluso mujeres como las socialistas Victoria Kent y Margarita Nelken se oponen a dicho sufragio. Pese a todo, el 1 de octubre tiene lugar la votación, y por 161 votos contra 121, la mujer adquiere el derecho al voto. El 15 de octubre la diputada Campoamor se pronunciará a favor del derecho al divorcio.
Gracias a personalidades como Clara Campoamor, además del voto femenino, durante la II República se reconoce el matrimonio civil, se aprueba el derecho de las mujeres a tener la patria potestad de todos sus hijos con independencia de su filiación; se suprime el delito de adulterio aplicado sólo a la esposa, se permite legalmente el divorcio por mutuo acuerdo, se establece el seguro obligatorio por maternidad y la equiparación salarial para ambos sexos.
Sin embargo, todo lo conseguido queda en nada, el porqué lo explica Clara Campoamor, describiendo en primera persona con extraordinaria lucidez y objetividad lo que ve y padece; es decir, el accidentado desarrollo de aquella república acogida con júbilo por tantos, a partir del triunfo en febrero de 1936 del gobierno del Frente Popular: enfrentamientos sectarios entre los diferentes grupos políticos, desorden en las calles y en las Cortes, huelgas, incendios, asesinatos, checas, inseguridad general y decisiones arbitrarias y no consensuadas que aceleran el desastre.
Es julio de 1936 la fecha de inicio del libro que Clara Campoamor escribirá en Lausana a finales de ese mismo año, tras salir de España temiendo ser asesinada por milicianos incontrolados que siembran el terror sin reconocer ninguna autoridad. “Dejé Madrid a principios de septiembre. La anarquía que reinaba en la capital ante la impotencia del gobierno y la absoluta falta de seguridad, incluso para los liberales –o quizás sobre todo para ellos- me impusieron esta prudente medida…”.
La revolución española vista por una republicana no es un libro amable porque denuncia lo que se hizo mal en el nuevo régimen, de ahí su fracaso. A muy pocos les gusta que se pongan de manifiesto de una manera tan cruda y detallada sus errores. Por esa razón, el libro no tuvo la trascendencia que debía en su momento ni con posterioridad entre bastantes republicanos. Por supuesto, tampoco gozó de ninguna consideración su autora en las filas de los alzados. Su figura y con ella sus obras fueron condenadas, como otras muchas, al olvido.
También se dice que Clara, en su forzoso exilio, ya que no pudo nunca volver a España por la represión que ejercieron en el país los vencedores, y murió en Suiza en 1972, ante las noticias que le llegaban de esa represión brutal, mandó retirar de la editorial la citada obra.
Ha sido ahora, como en el caso de Manuel Chaves Nogales, perseguido al igual por ambos bandos y también muerto fuera de su patria, cuando el historiador Luis Español Bouché ha publicado, junto con una exhaustiva investigación sobre la autora, esas memorias afirmando que ”Clara representa la tercera España, ni roja ni azul, descuartizada por las poderosas fuerzas contrarias de la revolución y la reacción; Clara molestaba porque no se adscribió dócilmente a ningún pesebre político, no se dejó utilizar por ningún partido”.
Esa forma de ser, unida a su notable inteligencia, provoca, según Andrés Trapiello, “que ella viese claro en 1936, cuando sólo habían transcurrido unas pocas semanas de lucha, lo que otros empezaron a admitir tantos años después”. Sería bueno que lo recordásemos.

 

 

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