COMO POLVO EN EL VIENTO

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“Entre mis obsesiones está la perversión de la utopía y la libertad individual”, afirma Leonardo Padura en una de las muchas entrevistas que le han hecho con motivo de la publicación por la editorial Tusquets de su última novela titulada Como polvo en el viento.
Leonardo Padura nació en La Habana en 1955 y allí sigue viviendo, pese a ser un autor muy conocido y valorado internacionalmente que ha recibido numerosos premios, entre ellos el Princesa de Asturias de las Letras en el año 2015. Un reconocimiento que en su tierra es escaso, porque las obsesiones a las que se refiere están presentes en su obra literaria, en forma de denuncia de una realidad corrupta y despiadada que significó el fin de la utopía.
Leonardo Padura no se mueve de Cuba porque sus libros se alimentan de ella; de su clima, sus paisajes, sus costumbres; sus gentes imaginativas y audaces que luchan día a día por sobrevivir en un ambiente hostil en el que el vecino o el amigo puede ser a la vez un chivato pagado por el régimen.
Como polvo en el viento refleja lo anterior en las distintas personalidades de los que se llaman a sí mismos el Clan, un grupo de amigos, hombres y mujeres, que se conocieron en la universidad en los años 60. Terminadas las carreras, casados y con hijos algunos de ellos, se enfrentan a la precariedad de una vida que les ofrece escasas posibilidades de mejora, en la que su formación académica y sus ganas de trabajar cuentan muy poco y en la que conseguir los alimentos necesarios para subsistir suponen en la mayoría de las ocasiones una proeza.
Con la caída del muro y la descomposición de la URSS, la situación se agrava y casi todos optan por el exilio con mejor o peor fortuna. Al final, sólo dos de los miembros del grupo, Clara y Bernardo, deciden permanecer en La Habana.
La novela va y viene de atrás hacia delante y de delante atrás, conforme el autor nos relata las vivencias de cada uno de los protagonistas, en los que se recrea analizando sus circunstancias y profundizando en sus distintas personalidades, de tal manera, que los humaniza y aproxima al lector que termina identificándose con sus dudas, sus remordimientos, sus miedos, la dificultad para adaptarse a realidades diferentes: Estados Unidos, Puerto Rico, Argentina o España y la añoranza de una tierra que ha quedado atrás, cuya ausencia duele y contribuye al amargo sentir del desarraigo.
De todas formas, lo que no se rompe, aunque alguno de los personajes lo intente en una intriga casi policiaca, es el vínculo de amistad que han forjado varios de los componentes del Clan a lo largo del tiempo. Un vínculo que los conduce a comprender las razones del otro, a ayudar a los que no se han ido o a los que necesitan un apoyo.
Como polvo en el viento tiene 665 páginas que se leen en un soplo porque están bien escritas e interesan. En ellas hay de todo: tragedia, humor, amor, decepción, esperanza y razones que contribuyen a que comprendamos las decisiones que se van tomando; entre ellas la que hace que Leonardo Padura haya optado por seguir viviendo en la casa que sus padres construyeron en 1954 para que él naciera.
Una casa, nos dice, “en la que todavía tengo a mi madre de 92 años que duerme en el cuarto en que me engendraron a mí y a mis hermanos, bajo un altar presidido por la Virgen de la Caridad del Cobre. Alejarme de este sitio habría sido traumático para mí…
Cuba es una forma de estar en el mundo, es una forma de ser, sin duda”.

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