LA GATA Y EL GENERAL

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La gata y el general de Nino Haratischwili es el segundo libro que leo de la escritora de origen georgiano; La octava vida fue el primero, y como ya expliqué en una entrada anterior, me pareció excelente y ameno, a pesar de sus más de mil páginas.

Las páginas de La gata y el general son 635 y tampoco resulta en absoluto pesado. Quizá requiera una especial atención al principio para situar y reconocer a los personajes, a los que unas veces se cita con su nombre y otras con su apodo.

La narración, en tercera y primera persona, se desarrolla principalmente en tres escenarios: Chechenia, Alemania y Rusia. Los saltos temporales se producen con frecuencia y van desde 1994 a 2016.

El primer personaje que aparece tiene 17 años y se llama Nura; vive en una aldea de Chechenia en 1994 y sueña con liberarse de las rígidas normas sociales que le imponen, marchándose lejos del lugar cuando cumpla 18. Sus sueños se ven interrumpidos al estallar la guerra entre chechenos y rusos, en la que los primeros, confiando en que la desintegración de la URSS les favorecerá, aspiran a liberarse del yugo soviético.

El segundo personaje, en 1995, es el joven ruso Malish, hijo de un héroe en la guerra de Afganistán, condecorado por Gorvachov y muerto. La madre de Malish, que recuerda de continuo a su heroico esposo, desea que el hijo siga los pasos del padre e inicie la carrera militar; algo que el joven, nada militarista y aficionado al arte y a la literatura, rechaza por completo.

El tercer personaje, ya en 2016, es la Gata, una joven actriz de teatro nacida en Georgia, que llegó de niña con su familia a Alemania y no acaba de encontrar la estabilidad necesaria en varios planos para sentirse bien. Más tarde sabremos que se llama Sesili. El apodo “Gata” se lo pusieron en su país de origen otros niños por la habilidad que mostraba para trepar por las altas paredes de los patios del barrio.

El cuarto personaje, también en 2016, lo introduce la autora con un nuevo apodo, “la Corneja”. Se trata de un periodista alemán, Onno Bender, especialista en la Europa del Este, que obtuvo bastante éxito investigando la corrupción de oligarcas rusos enriquecidos tras la Perestroika.

El quinto personaje es Shapiro, lugarteniente de El General que propone a Onno, en nombre de su jefe, un trabajo en el que también ha de participar la Gata.

Continuando en el año 2016, hace su entrada en el relato El General, del que vamos conociendo que es muy rico gracias a negocios poco limpios, que nació en Rusia y vive lujosamente en Alemania, que su hija Ada murió y que pretende revivir un hecho trágico acaecido en Chechenia en 1995, porque piensa que se lo debe a Ada.

De ahí en adelante, avanzando o retrocediendo en el tiempo, encontramos a tres rusos que participarán en la guerra de Chechenia: Andréi Shujev, ambicioso y violento, que ascendió en el ejército por su forma de ser; Yurich/Zaika, un soldado cobarde y resentido con la vida, y Boris Petrushov, otro militar de alto grado, brutal y corrupto, al que el soldado Yurich sigue como un perro faldero.

Durante la guerra de Chechenia, estos tres militares, Malish, que entró en el ejército arrastrado por las circunstancias, y Aliosha, cocinero del regimiento y pacifista al que ayuda por Malish en la cocina, se verán implicados en un hecho dramático del que será víctima la chechena Nura. Un hecho que le valdrá a Malish el apodo de El General y que él, tras la muerte de su hija, desea retomar con ayuda de Gata, que tiene un gran parecido con Nura, el periodista Onno y su lugarteniente Shapiro.

La trama desarrollada por Nino Haratischwili en La gata y el general es bastante más compleja que lo expuesto, ya que se trata sobre todo de una novela de personajes zarandeados por un destino casi siempre aciago, cuya vida, en especial la de los principales, aunque también de un buen conjunto de secundarios, analiza la escritora con extrema minuciosidad.

Quizá ese determinismo, unido a situaciones que juzgo inverosímiles y a que lo que relata parece estar más lejos de la autora, al contrario de La octava vida, dejando al margen algunas reflexiones del entorno de Gata y de ella misma sobre el penoso proceso que conlleva la adaptación a un país y una cultura diferentes, ha provocado que la novela en conjunto me haya gustado menos que la anterior, que supuso para mí un instructivo paseo por la historia, de la mano de unos personajes que habían vivido en realidad todo lo que se relataba.

 

 

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