REBELIÓN EN LA GRANJA

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En 1945 George Orwell publicó el libro que hoy traigo a Opticks. Se titula Rebelión en la granja y es una novela corta en forma de fábula que contiene una crítica satírica sobre los medios que utilizan los regímenes totalitarios para obtener el poder y dominar a las personas que gobiernan.

La crítica de George Orwell se centró entonces en el régimen soviético y, sobre todo, en la figura de Stalin; razón por la que encontró bastantes dificultades a la hora de publicar el libro, que fue rechazado por diversas editoriales que no deseaban molestar a los jerarcas rusos y menos a Stalin, representado aquí en la figura de Napoleón, el cerdo al frente de la granja.

Los principales protagonistas de Rebelión en la granja son los animales de la misma que se rebelan contra el propietario, señor Jones, y consiguen expulsarlo, ocupándose ellos de la producción y gobierno de la propiedad mediante la realización de asambleas, el reparto del trabajo y el establecimiento de normas aprobadas por todos.

Lo extraordinario del relato, al margen de que está muy bien escrito, es que no ha perdido vigencia y puede aplicarse a cualquier sistema totalitario, ya que los métodos para hacerse con el poder han variado muy poco.

El autor inglés explica con detalle todo el proceso, desde que surge la ideología que servirá de base a la revuelta, hasta el momento en que ni los más viejos, obnubilados por la propaganda y la manipulación histórica, son capaces de recordar si la vida era mejor bajo el mandato de Jones o ahora bajo los principios del Animalismo, promulgados por los cerdos y sus secuaces, que son los que toman el mando desde el principio.

Así queda claro que cualquier tipo de totalitarismo se apoya en una base ideológica, más o menos utópica, que encenderá el fervor de las masas, estimulándolas con promesas de mejora, manifestaciones planificadas, cantos patrióticos, desfiles y recompensas materiales que irán disminuyendo conforme se acrecienta la seguridad de los mandamases.

Una vez puesta la maquinaria en marcha, la propaganda empieza a funcionar, se inventan enemigos externos a los que culpar de los males que puedan presentarse y se hace ver a los gobernados que todo lo que se promulga o se decide es por su bien, que la preocupación del líder, o de los líderes, por el bienestar del pueblo es total y llega hasta el sacrificio. Un sacrificio que no tiene nada que ver con los “pequeños” sacrificios que se les exige a ellos y que van aumentando día tras día.

Cuando la propaganda no logra convencer a los más reticentes y alguien plantea dudas, aparece la represión, el escarmiento público y con él, el terror.

Mientras tanto, la corrupción se generaliza, el líder y los que le secundan disfrutan encantados de los privilegios que el poder proporciona y que van adquiriendo de forma progresiva, pisoteando principios, inventando mentiras y matando o anulando a cualquier oponente.

De tal modo, que en la granja creada por Orwell en su fábula, uno de los mandamientos por los que se regían al principio, que aseguraba la igualdad y que decía: “Todos los animales son iguales”, queda al final redactado así: “TODOS LOS ANIMALES SON IGUALES, PERO ALGUNOS ANIMALES SON MÁS IGUALES QUE OTROS”.

 

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