Hay libros que no sólo se leen, sino que se meditan y se disfrutan de la primera a la última página. En busca de consuelo (vivir con esperanza en tiempos oscuros), escrito por Michael Ignatieff y publicado por la editorial Taurus, es el título de uno de esos libros.
Explica Michael Ignatieff en el prólogo que toda la agitación que trajo consigo la COVID-19 le condujo a buscar consejo en los grandes hombres y mujeres que vivieron tiempos más desolados que los nuestros. ¿Dónde encontraron consuelo esas personas? ¿Nos sirve el modo como se consolaron?
Personas, porque aunque el autor describe tres doctrinas antiguas de la consolación –la hebrea (inicia la narración con El libro de Job y los Salmos), la cristiana (prosigue con Las epístolas de Pablo), la estoica (Cicerón y Marco Aurelio), junto con una cuarta más moderna –la idea de progreso que llevó a Karl y Jenny Marx a depositar su fe en la revolución, éste es un libro sobre personas: Boecio, Dante, El Greco, Montaigne, Hume, Condorcet, Abraham Lincoln, Gustav Mahler, Max Weber, Anna Ajmátova, Primo Levi, Miklós Radnóti, Albert Camus, Václav Havel, Cicely Saunders. Filósofos, políticos, músicos, pintores, escritores, médicos…
No todos estos personajes que, en una situación extrema, utilizaron las tradiciones que habían heredado en busca de consuelo, tuvieron éxito, pero podemos aprender de sus luchas y encontrar esperanza en sus ejemplos porque la mayoría de ellos pusieron esta búsqueda por escrito, con la intención de que alguien en algún lugar entendiese el porqué de sus acciones.
La desesperación y el llanto de Cicerón ante la muerte de su hija. El consuelo de las lágrimas que, según sus semejantes de sexo masculino, debía abstenerse de derramar y mantener la compostura en toda clase de tribulación.
La soledad de Marco Aurelio obligado a defender el Imperio entre servidores que intuía le menospreciaban en una soledad que intenta vencer escribiendo, en esas noches largas en las que no puede dormir: el consuelo como confesión, como un ajuste de cuentas consigo mismo, para aliviar la soledad, para aplacar el miedo y darle fuerzas –sino esperanza-, para seguir adelante.
Boecio, preso político fiel a sus ideales que, al igual que Marco Aurelio, encuentra consuelo en la escritura en sí; la intensa comunión que le permitía sentir, a veces, que se elevaba por encima de su prisión.
El Greco, buscando detener el tiempo en sus pinturas, el consuelo de la intemporalidad.
Dante que, en la Divina Comedia, quiere hacernos entender que sólo la fe, más allá de las palabras, más allá de la razón, puede consolar de verdad a los humanos.
Montaigne, reivindicando la vida y los placeres que ésta ofrece.
David Hume, utilizando la autobiografía como relato de autorrealización. Condorcet y su fe radical en la razón humana.
Abraham Lincoln y su lucha contra la malicia política que se levanta una y otra vez para amenazar el civismo ganado con esfuerzo del que depende la democracia.
Gustav Mahler, convencido de que la música debía intentar dar consuelo a los hombre y mujeres que viven después de la muerte de los dioses.
Max Weber, recordándonos que en este mundo no se arriba jamás a lo posible si no se intenta repetidamente lo imposible.
Anna Ajmátova, Primo Levi y Miklós Radnóti, víctimas del comunismo o del nazismo, para quienes el consuelo fue una forma de esperanza política. Querían ganar la vital batalla política del futuro sobre el significado que sus naciones y pueblos darían al horror que habían soportado. Querían que las víctimas fuesen recordadas y que sus otrora poderosos verdugos fuesen relegados a la infamia.
Albert Camus que se pregunta ¿cómo vivir sin la gracia? Vivir fuera de la gracia no es vivir sin esperanza o ejemplos de cómo hay que vivir. Siempre hay buenos ejemplos. Como en su obra La peste, el ejemplo de la anciana que vela en silencio junto a la cama de un desconocido, haciéndole compañía de noche para que no muera solo.
Václav Havel, que encontró la manera de vivir en la verdad lo mejor que pudo y de inspirar a otros a hacer lo mismo; ése fue su consuelo.
Cicely Saunders, cuyo consuelo consistió en consolar, creando en Gran Bretaña las unidades de cuidados paliativos, en las que el consuelo pasó a ser tan importante para la práctica médica como la enfermería y la medicación del dolor.
Termino la reseña apoyando a Michael Ignatieff cuando afirma, casi al final del libro, que en estos tiempos de desolación, ninguna abstracción como la fe en la Historia, el Progreso, la Salvación o la Revolución nos servirá de mucho. Son doctrinas. Es a las personas a quienes necesitamos.
Personas cuyos ejemplos nos enseñen lo que significa seguir adelante, continuar, a pesar de todo.
Insisto una vez más: personas. Porque son las personas quienes, cada una a su modo, quizá buscando su propio consuelo, pueden en realidad consolarnos.