LA TRILOGÍA DE NUEVA YORK – PAUL AUSTER

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Varias veces he dicho en esta página que el mejor homenaje que se le puede hacer a un escritor es leer sus libros.

El pasado martes, 30 de abril, murió Paul Auster, tenía sólo 77 años y muchas historias que contar aún.

Hoy mi homenaje a Paul Auster en Opticks es hablar de la obra que le convirtió en un escritor de culto reconocido mundialmente. Se trata de la Trilogía de Nueva York integrada por los títulos Ciudad de cristal, Fantasmas y La habitación cerrada, que publicó en España en el año 1997 la editorial Anagrama.

En los tres libros aparecen muchas de las obsesiones (él las llama así) que caracterizan al escritor norteamericano: el azar como organizador de la vida del ser humano, el desarraigo, la búsqueda de sentido de la propia existencia, las dificultades en el proceso de creación, la contraposición entre lo ordinario y lo extraordinario, la necesidad de llegar al “yo” más profundo, su afán por conocer la mejor literatura y esa especie de angustia existencial que obliga a preguntarse muchas veces quién soy y qué semejanza tengo con los otros.

En el caso de La Trilogía está claro que la ciudad de Nueva York ocupa un lugar preferente, es en ella en la que sucede la mayoría de los acontecimientos que Auster relata en los libros citados, en los que también aparecen elementos comunes: algunos nombres, un cuaderno rojo, paseos sin rumbo por los distintos barrios…

En el primero de los tres libros, Ciudad de cristal, conocemos a Quinn, un escritor que otrora tuvo ambiciones literarias y ahora se conforma con publicar novelas de misterio que firma con el seudónimo de William Wilson. Quinn tiene 37 años, su mujer y su hijo murieron y él se dedica, además de escribir, a caminar por Nueva York, perdido no sólo en la ciudad, sino también dentro de sí mismo.

Una noche Quinn recibe la llamada de un hombre que le pregunta con desesperación si es Paul Auster de la Agencia de Detectives Auster. En un principio niega que lo sea, pero al repetirse la llamada en varias ocasiones, decide hacerse pasar por él y concierta una cita.

La persona que le ha llamado es Peter Stillman que le cuenta que, de niño, su padre lo tuvo encerrado muchos años, con la idea de que en esa total incomunicación encontraría las primeras palabras pronunciadas que se perdieron en Babel, el lenguaje de Dios. A consecuencia de un incendio, fue rescatado de su encierro y al padre lo condenaron a prisión. Ahora acaba de salir y el joven está convencido de que vendrá a matarle.

El falso Auster acepta el encargo de encontrar y vigilar al recién liberado, documentándose ampliamente sobre lo que le condujo a mantener a su hijo aislado y en la oscuridad tanto tiempo.

En las páginas siguientes Paul Auster nos demuestra sus conocimientos literarios de la Biblia, el Quijote, del que fue siempre gran admirador, y Alicia. En el relato interviene el propio Auster y podemos encontrar magistralmente expuestas todas sus Obsesiones.

El segundo libro de la trilogía se titula Fantasmas. Aquí los personajes se nombran con colores: Azul, Blanco, Castaño, Negro.

Castaño era detective privado y enseñó el oficio a Azul antes de jubilarse. Ahora Blanco acude disfrazado al despacho de Azul y le encarga que vigile a Negro, para lo cual le proporciona las llaves de un apartamento justo enfrente del que éste ocupa, pidiéndole que le envíe cada semana un informe de sus movimientos.

Azul se despide por teléfono de la futura señora Azul, ya que va a esconderse durante un tiempo indeterminado, e inicia una  vigilancia monótona y repetitiva que termina convirtiendo un caso policiaco sencillo en apariencia en una cuestión metafísica.

En el tercer libro, La habitación cerrada, encontramos de nuevo a un escritor frustrado que se resigna a hacer sólo crítica literaria. Este escritor recibe la carta de una mujer llamada Sophie, esposa de Fanshawe, su mejor amigo desde la infancia hasta la universidad, rogándole que vaya a verla. En la entrevista, Sophie le explica que su marido desapareció hace varios meses, ella piensa que ha muerto; por lo tanto, debe transmitirle el mensaje que le dejó antes de que eso sucediera.

El mensaje consiste en que debe revisar y valorar la enorme cantidad de obras literarias que Fanshawe había escrito y nunca quiso publicar, decidiendo si se publican o se destruyen.

Atraído por la belleza de la mujer, acepta revisar todas las obras de su casi olvidado amigo, que comienza así a hacerse muy presente, y su vida cambia de rumbo.

Las circunstancias bajo las cuales las vidas cambian de rumbo son tan diversas, que lo lógico sería no decir nada sobre un hombre hasta que muere”.

De Paul Auster siempre se dirá que fue un maestro de la literatura, de la mejor Literatura.

 

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