LOS MIEDOS Y EL APRENDIZAJE DE LA VALENTÍA

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Fue mi amigo Manolo el que me habló de José Antonio Marina hace ya muchos años. Pronto sus libros: Elogio y refutación del ingenio, Teoría de la inteligencia creadora, Ética para náufragos, Por qué soy cristiano, etc. pasaron a ocupar un lugar destacado en la sección de Filosofía de mi heterogénea biblioteca.

La lectura de los libros de Marina, así como de sus artículos periodísticos y entrevistas, me ayudó en el plano personal y en el desempeño de las tareas docentes. El proverbio africano: “Para educar a un niño es necesaria la tribu entera”, con el que él justificaba algunas de sus teorías pedagógicas, lo utilicé en reuniones de padres, alumnos y profesores, intentando que todos lo hicieran suyo y actuaran en consecuencia.

José Antonio Marina es una persona positiva y perseverante. No le importa, en vista del panorama educativo actual, clamar en el desierto una vez y otra. Insiste en la denuncia de situaciones que considera aberrantes y llama a la movilización creativa de todos aquellos que consideran que la educación es el bien más preciado.
El estilo de José Antonio Marina es didáctico, sin que pierdan por ello profundidad sus textos. Utilizando ejemplos, documentándose con honestidad, y, siempre que el tema lo permite, incluyendo en los asuntos que desarrolla pinceladas de humor que hagan más sugestivo y claro el paisaje, nos impulsa a mirar a nuestro alrededor y a nuestro interior mismo, constatando lo que debe cambiarse y proporcionándonos instrumentos para iniciar ese posible cambio.
Creo que la presentación que hace de su libro La inteligencia fracasada contribuye a que comprendamos mejor el modo de pensar de este filósofo: “No me gusta el fracaso, lo confieso. Pienso que la inteligencia puede triunfar y sería deseable que lo hiciera. Pues por mí que no quede. La finalidad de este libro es ponernos a salvo de la estupidez y de esa manera ayudar a reducir la desdicha humana”.  
Tras jubilarse como catedrático de instituto, José Antonio Marina ha continuado su labor pedagógica de muy diversas formas, la Universidad de Padres (www.universidad de padres.es) es una de ellas. Para facilitar la enseñanza en la citada universidad, Marina ha publicado diversos manuales, el séptimo de ellos se titula Los miedos y el aprendizaje de la valentía y, como su nombre indica, pretende que aprendamos a espantar los temores de nuestros hijos y también los propios.
El contenido de Los miedos y el aprendizaje de la valentía se reparte en ocho capítulos que abarcan desde una exhaustiva cartografía del miedo (diferencias entre ansiedad y angustia; miedos normales, exagerados y patológicos, innatos y adquiridos, etc.), continúan con el aprendizaje de los miedos, el miedo y el afrontamiento y la valentía, terminando con La caja de herramientas (que ayudan a erradicar los miedos), los miedos infantiles y los miedos adolescentes.
José Antonio Marina está convencido de que vivimos en la era del aprendizaje y de que lo mismo que se aprende el miedo (la angustia y los temores son emociones que suelen aprenderse en la familia y la educación ha estado tan ligada al castigo que tenemos interiorizado el miedo), se puede aprender la valentía.
En el aprendizaje de la valentía la responsabilidad fundamental recae en los padres, porque, aunque sabemos cómo ayudar a los alumnos a ser más valientes y el mensaje que nos dan los neurocientíficos es muy optimista, “la educación en España ha estado siempre ideologizada y la ideología es a la educación lo que la mixomatosis a los conejos”.
Por eso la familia ha de tomar la iniciativa ya que, insiste el filósofo: “La valentía se puede aprender mediante el desarrollo de una actitud proactiva orientada a metas, aprendiendo a inhibir la respuesta, controlar la atención, educar el habla interior, cambiar el poder de los desencadenantes, aumentar la confianza en uno mismo, la resistencia a la frustración, el optimismo y la esperanza”. Y concluye: “Es un proceso largo, pero muy positivo porque garantiza la libertad. No se trata de no sentir miedo, sino de actuar a pesar de él”.

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