MOVIMIENTO PERPETUO

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Hace frío y llueve. Enfrento la última semana de otoño con la melancolía que suele acompañarme a lo largo de toda la estación. Un estado de ánimo que me lleva a elegir alguno de los libros que fueron importantes en un tiempo por el placer de su lectura, las tertulias a que dieron lugar, lo que aprendí de ellos y otras cuestiones que, como las anteriores o más personales, quedan al margen de la obra en sí.
Uno de esos libros fue y será siempre Movimiento perpetuo de Augusto Monterroso. Al igual que a otros grandes autores, Manolo me había descubierto a Monterroso antes de que le dieran en el año 2000 el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Recuerdo que, tras la lectura de Onís es el asesino, a los dos nos dio por componer palíndromos e intercambiarlos (los guardo todos como recuerdo de aquellas literarias jornadas).
Después he oído o leído alusiones al escritor, que se consideraba guatemalteco aunque nació en Honduras, referidas al considerado el cuento más breve del mundo: Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. Nada más, al menos en mi círculo próximo. Se publica tanto, las novedades son tan abundantes y variadas, que no se suele releer a escritores poco prolíficos como lo fue Monterroso, pese a su enorme valía intelectual.
Movimiento perpetuo incluye fábulas, en las que el lector ha de deducir la moraleja; ensayos, historias, disquisiciones, pensamientos y reflexiones en muchas de las cuales el autor hace de la brevedad un arte.
Intercalados con los escritos de Monterroso en Movimiento perpetuohay reproducidas citas literarias de autores diversos, en las que se alude de alguna manera a las moscas, título también de la primera reflexión extensa del autor que aparece en el libro.
Augusto Monterroso es un escritor culto, en sus historias demuestra amplios conocimientos de autores y obras fundamentales de la Literatura universal. Uno de los muchos ejemplos que encontramos en esta obra podría ser el, llamémosle ensayo, que titula Beneficios y maleficios de Jorge Luis Borges. Maneja de un modo magistral la ironía, en el fondo de la que percibimos una íntima tristeza y un pesimismo amargo: El hombre no se conforma con ser el animal más estúpido de la Creación, encima se permite el lujo de ser el único ridículo.   Y es que se dice de Monterroso que era muy tímido y el ridículo es el gran enemigo de los tímidos.
Vuelvo a leer lo que he escrito hasta ahora y me doy cuenta de que me estoy quedando muy corta en mis apreciaciones. Hay que tener el genio de este hombre, su formación, su valía intelectual para sintetizar en pocas líneas todo lo que ha aportado a la literatura, todo lo que sus obras pueden enseñar a los autores que empiezan: el manejo del lenguaje, de los silencios, de la composición del texto. La profundidad en lo que escribe, sus dotes de observación, su compromiso con los más altos valores humanos (quizá provenga de ahí el escepticismo), su peculiar sentido del humor y hasta su ternura.
De todo lo que disfrutarán ampliamente en cualquiera de los pocos libros que nos dejó y, por supuesto, en este excepcional Movimiento perpetuo que el mismo Augusto Monterroso presenta así: La vida no es un ensayo, aunque tratemos muchas cosas; no es un cuento, aunque inventemos muchas cosas;  no es un poema, aunque soñemos muchas cosas. El ensayo del cuento del poema de la vida es un movimiento perpetuo; eso es, un movimiento perpetuo.

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