LA LIBERTAD DE SER LIBRES

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Hoy traigo a Opticks un breve ensayo de la filósofa y teórica política de origen judío Hannah Arendt, está editado por Taurus y se titula La libertad de ser libres.
Debo decir que, además de por la admiración que siento hacia esta extraordinaria mujer, elegí el ensayo atraída por su título, sabiendo que Hannah Arendt siempre defendió la libertad y vivió de acuerdo con este principio.
En la libertad de ser libres Hannah Arendt analiza el concepto de “revolución”, la manera en que las revoluciones se producen, sus consecuencias y su significado a lo largo de la historia. Para su análisis se centra sobre todo en las revoluciones francesa y norteamericana.
Partiendo del hecho de que el origen de cualquier revolución es el deseo de libertad y de que todas las revoluciones han sido promovidas por minorías ilustradas, afirma que “allí donde los hombres viven en condiciones miserables la pasión por la libertad es algo desconocido”; por consiguiente “la libertad de ser libre significa ante todo ser libre no sólo del temor, sino también de la necesidad”.
Aparece así un tipo de revolución que podríamos llamar positiva, promovida por personas sin ataduras ni fijaciones anteriores, libres del temor y de la necesidad; y otra negativa, todo lo contrario.
En el caso de la Revolución Francesa no se era libre de la necesidad. Por lo tanto, la situación desesperada de las masas dio como consecuencia la pretensión de eliminar por la fuerza todo el sistema político anterior, que se consideraba responsable de ese estado de cosas y sabemos que “responder con la violencia a las condiciones sociales siempre ha desembocado en el terror”.
En Estados Unidos, además de que no había nada anterior que combatir, la necesidad no detentaba ese protagonismo, ya que, según Jefferson, “el individuo más señaladamente desgraciado estaba en mejor situación que diecinueve de los veinte millones de habitantes de Francia”, (exceptuando la población negra que no tenían la consideración de personas). Además el amor por la libertad, en palabras de John Adams, “era común a los pobres y a los ricos, a los de rango más alto y a los humildes, a los ignorantes y a los cultos”.
Otra de las afirmaciones de Hannah Arendt en este ensayo es que ninguna revolución es posible allí donde la autoridad del estado se halla intacta. A lo largo de la historia comprobamos como el vacío de poder ha sido aprovechado por minorías ilustradas que, en la mayoría de las ocasiones, mediante una revolución, han creado sistemas políticos mucho más destructivos que los que pretendían combatir; el nazismo y el estalinismo son un ejemplo.
Lo que parece claro es que el desmoronamiento de la autoridad política y el recurso a aplicar medios violentos para recuperarla, incluso en los casos en que estos medios violentos hayan triunfado, a menudo se han revelado ineficaces a la hora de instaurar la estabilidad en lugar del caos, la honestidad en lugar de la corrupción, la autoridad y la confianza en el gobierno en lugar de la decadencia y la desintegración. Pienso en las llamadas “primaveras árabes” y en la situación actual de Siria, Libia y en menor medida, aunque no en cuanto a la libertad se refiere, Egipto.
Hannah Arendt estaba convencida, y en La libertad de ser libres lo manifiesta, apoyándose en diversas situaciones históricas, que las revoluciones parten de cero si son tales. “Como nosotros que somos lanzados al mundo desde la nada. Y desde ahí nos construimos con los demás. Como lo hagamos depende de nosotros. Es siempre una esperanza en unos seres que estamos dotados con la capacidad de recordar y actuar”.

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