EL BAILE DEL RELOJ

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Conocí la manera de escribir de Anne Tyler (Minniapolis 1941) cuando leí Ejercicios respiratorios, novela publicada en 1988 por la que recibió el Premio Pulitzer. Ya entonces me sorprendió su modo de contar centrado en sucesos en apariencia insignificantes, pero que nos aproximan a los personajes y sus circunstancias que terminan convirtiéndose para nosotros en viejos y entrañables conocidos.

Así Ira y Maggie Morgan, la pareja protagonista de Ejercicios respiratorios y, en el caso de la novela que hoy traigo a Opticks que hace la número veintidós de la autora, la publica la editorial Lumen y se titula El baile del reloj, Willa, una mujer del todo predecible que a los 61 años toma la opción de cambiar por completo la orientación de su existencia.

Insisto en que no es tanto el argumento en sí de los libros de esta escritora como el modo de desarrollarlo.

Al presentarnos al principio de El baile del reloj a Willa con 11 años, intentando vender chocolatinas junto a una amiga, con el objetivo de recaudar dinero para la orquesta del colegio donde estudian primaria, son dos niñas las que hablan y reaccionan como tales. Después, al regresar a casa junto a su padre y su hermana menor y encontrar que otra vez la madre, en uno de sus habituales arrebatos, ha desaparecido, esa niña, consciente de su responsabilidad, es la que actúa según lo que cree que se espera de ella, ante la actitud de un padre, excelente persona, que también acepta sin rebelarse lo que el destino le va deparando.

La novela se divide en dos partes. En la primera se presentan tres etapas en la vida de Willa que corresponden a los años 1967 (niña de 11 años), 1977 (universitaria de 21 con novio y un brillante futuro en los estudios que abandonará para casarse), y 1997 (con dos hijos y viuda al morir su marido en un accidente de tráfico).

En la segunda parte, Willa tiene 61 años, sus hijos se han independizado hace tiempo, ella se ha vuelto a casar con un exitoso abogado que se resiste a la jubilación y vive con él en Tucson, una ciudad que no le gusta y que a su nuevo marido le encanta por las oportunidades que le brinda para jugar al golf.

En ese estado del todo acomodaticio, pendiente como siempre de los deseos y exigencias de los demás, Willa recibe una llamada de teléfono desde Baltimore (ciudad en la que reside la autora y aparece siempre en sus libros). Le llama la vecina de la ex novia de su hijo mayor para decirle que a la joven le han dado un tiro en una pierna, está en el hospital y ha debido encargarse, con los problemas que eso le conlleva y no puede seguir enfrentando, de la hija de 10 años que la chica tuvo en una relación anterior. Pese a no conocer a estas personas y no tratarse de su nieta, Willa decide viajar a Baltimore en un viaje que cambiará por completo su vida.

Como he apuntado al iniciar esta reseña, en las novelas de Anne Tyler no importan tanto los argumentos como la forma de desarrollarlos. Su escritura es fluida, ligera, surge sin aparente esfuerzo. Sin embargo, pese a esa ligereza, no olvida ningún detalle que pueda contribuir a hacer más creíbles tanto a los personajes como a las historias que protagonizan. Las cuidadas descripciones se ajustan perfectamente al relato: paisajes, construcciones, mobiliario…, intervienen como elementos imprescindibles en las vidas de unos protagonistas  que, en general, viajan por alguna razón. En Ejercicios respiratorios es asistir a un funeral y en El baile del reloj atender a una niña.

Después los finales se quedan abiertos. La conclusión del viaje, el resultado lo deja esta excelente autora para la imaginación del lector.

 

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