LA LUZ PERDIDA

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Hace unos días leí en el periódico que miles de personas habían salido a las calles de Tiflis en Georgia para protestar contra las “leyes rusas” que  pretendían limitar la independencia de los medios de comunicación y de las ONG.

Por fortuna, el Gobierno ha rectificado y no aplicará las citadas leyes, pero el miedo está ahí, porque la experiencia de los georgianos y de otros países que formaron parte de la URSS, en su relación con Rusia, ha sido terrorífica a lo largo del tiempo.

En Opticks he comentado dos libros de la escritora georgiana Nino Haratischwili que recogen dicha experiencia. El primero fue La octava vida (para Brilka) y el segundo La gata y el general.

Dos días después de que Rusia invadiera Ucrania, apareció en las librerías alemanas, país en el que reside Nino Haratischwili, un tercer libro, que acaba de publicar en España la editorial Alfaguara, se titula La luz perdida y demuestra, una vez más, la extraordinaria capacidad de la autora para abordar hechos históricos desde perspectivas diferentes.

En este caso, volvemos a Georgia a finales del siglo XX, en concreto en los años 90, cuando los gritos de autodeterminación para liberarse del yugo soviético se oyen cada vez más alto.

En la capital viven cuatro amigas con caracteres muy diferentes y a punto de entrar en la adolescencia. Se trata de de Dina, Nene, Ira y Keto. Su trayectoria, hasta alcanzar la vida adulta, servirá a la Nino Haratischwili para explicarnos los desastres que acaecieron en su país de origen durante el enfrentamiento con los soviéticos.

El planteamiento de la novela es bastante original. Tras las primeras aventuras adolescentes, en las que, por la actitud que adopta cada una de las niñas, podemos vislumbrar el carácter de las cuatro, encontramos a tres de ellas: Nene, Ira y Keto, ya cerca de los cincuenta, en la exposición en Bruselas de las fotografías que realizó Dina, fotógrafa profesional, hasta poco antes de morir.

Desde ese momento, por medio de Keto, narradora de la historia, y con ayuda de la fotografía ante la que se detiene, vamos conociendo los traumáticos acontecimientos que vivieron las amigas.

Acontecimientos en los que intervienen una gran variedad de personajes, históricos o no, perfectamente caracterizados.

Las cuatro amigas, la decidida y tenaz Dina que no se arredra ante nada y arrastra al resto, la, en apariencia superficial, Nene, la fría y cerebral, también en apariencia, Ira y la conciliadora y reflexiva Keto protagonizan una epopeya en la que hay traiciones y pérdidas, pero también amor y, sobre todo, una amistad que les hará sobreponerse y enfrentarse una y otra vez a la tragedia.

La novela, muy bien documentada como las anteriores, presenta los sucesos dramáticos que acaecieron a lo largo de la etapa narrada: separación de Georgia de la URRS, gobierno de Gamsajurdia, golpe de Estado, Guerra Civil, gobierno de Shevardnadze, independencia de Abjasia y Osetia del Sur, asesinatos múltiples de los georgianos que vivían en esos lugares y no aceptaban la independencia, etc., etc. Todo esto explicado a  través de las vivencias de las cuatro amigas, inmersas en un mundo violento en los que la droga y las bandas criminales se extienden como una plaga y la destrucción material y humana se manifiesta en cada casa y en cada esquina.

Dice la escritora georgiana, en una de las muchas entrevistas que le han hecho a raíz de la publicación de La luz perdida: “Ojalá mi novela sirva para que Occidente se despierte”.

Desde mi modesta opinión, me uno a ese ruego. Porque la luz perdida no es sólo una historia de amor y amistad, en la que Nino Haratischwili  muestra los miedos y las miserias de los seres humanos, sino el medio del que se vale la autora para hacernos ver el modo en que la memoria colectiva puede enfrentarse a los dictadores.

 

 

 

 

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