MADDI Y LAS FRONTERAS

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Un buen amigo me ha regalado el libro que hoy traigo a Opticks. Se titula Maddi y las fronteras, su autora es Edurne Portela y está editado por Galaxia Gutenberg.

Como no es el primer libro que este amigo me regala, lo abro con la seguridad de que, una vez más, ha acertado en su elección y, como en la canción de Serrat, me quedo “pegada” a unas páginas muy bien escritas que informan, interpelan y emocionan a un tiempo.

Debo decir que Edurne Portela era para mí una desconocida. Ahora sé que tiene un extraordinario currículum y gran variedad de publicaciones.

Pero el modo de identificarse por completo con la protagonista de la historia que narra en este libro, haber sido capaz de encontrar la voz que, al leerlo, imaginamos, dice más de la valía de la autora que el currículum y las publicaciones.

Porque Maddi existió en realidad. Se llamaba María Josefa Sansberro, nació en Oiartzun en 1895 y regentó un hotel muy popular en los años treinta del siglo XX a los pies del monte Larrún, en la frontera entre España y Francia.

Edurne Portela supo de ella por los documentos que le entregó Joxemari Mitxelena, un concejal de Eusko Alkartaxuna en Oiaartzun que, junto a Izarraitz Villaluca, había dedicado varios años a seguir las huellas de esta mujer.

La elegida para poner en forma de relato la investigación realizada fue Edurne Portela. Lo explica con detalle en el epílogo.

Maddi es una mujer contradictoria que ha traspasado muchas fronteras. Ferviente católica, se divorció de su marido pocos años después de casarse, lo que supuso un escándalo en la cerrada sociedad en la que vivía.

Repudiada por sus padres, se puso al frente de un hotel muy visitado por los turistas que llegaban a él atraídos por las bellezas de la zona. Sin hijos propios, junto a su socio en el hotel, adoptó al que una joven había abandonado. Fue contrabandista y mugalari. Sirvió a los nazis que se alojaron en su establecimiento durante la ocupación alemana de Francia y trabajó para la Resistencia.

Con todo lo anterior, Edurne Portela, en primera persona, acepta el reto de imaginar a Maddi: su voz y su mirada, sus deseos y anhelos, sus motivos y razones, sus afectos.  

Puedo asegurar que lo consigue. A través de la autora intuimos que es Maddi la que habla, la que reza y se enfada con Dios cuando cree que no escucha. La que se enfrenta al cura que, por ser divorciada, se niega a que comulgue; y con él a la gente que critica su manera de ser y de vivir. La mujer fuerte que vence sus miedos y es capaz del mayor heroísmo y la mayor atención hacia los que considera desvalidos.

El desenlace de Maddi y las fronteras conmueve hasta las lágrimas, por mucho que sepamos sobre los campos de concentración nazis, en este caso Dachau, Ravensbrück y Sachsenhausen. También aquí la escritora y profesora vasca está sobresaliente.

 

 

 

 

 

 

 

 

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