LA COMPASIÓN DIFÍCIL

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De nuevo traigo a Opticks el libro que me ha recomendado una amiga. Se trata de La compasión difícil escrito por Chantal Maillard y publicado por Galaxia Gutenberg.

La compasión difícil encierra una larga reflexión filosófica sobre los grandes temas que han preocupado a la humanidad desde el principio de los tiempos: el nacimiento, el dolor y la muerte, los dioses y su ausencia, la relación de nuestra especie con los demás seres vivos, la maternidad y el suicidio, la culpa y la inocencia, el juicio y la creencia. Todo ello girando en torno al eje de una primordial violencia que todos padecemos a la vez que infligimos. ¿Cómo compadecer, considerando el crimen?, se pregunta la autora. ¿Y cómo no compadecer considerando el hambre?

El hambre. Toda la primera parte del libro gira alrededor de esta palabra. Apoyándose en las tradiciones orientales, en el mundo clásico griego y romano, en la Biblia y en filósofos contemporáneos, Chantal Maillard coloca el hambre como motor de la historia humana. No es el nacimiento lo que importa, sino el hambre. Todo lo que vive se sostiene sobre el hambre. Y el hambre es el otro, la depredación del otro, la muerte del otro.

Toda existencia es la repetición de un crimen Aquel que se compadece de su presa, muere.

Como puede comprobarse, La compasión difícil no es una obra sencilla de leer ni induce al optimismo. Hasta en ocasiones las opiniones que vierte en ella la autora me parecen contradictorias.

Afirma que los seres humanos somos piezas en la gran maquinaria del universo programados de acuerdo con el sistema; pero que lo que nos distingue de otros animales no es la inteligencia, sino la capacidad de tomar decisiones fuera del sistema. O sea, nos concede cierta dosis de libertad.

Sin embargo, en general, estoy de acuerdo con muchas de sus afirmaciones que, como he apuntado antes, están fundamentadas en los grandes maestros y también en la propia búsqueda interior.

Esa es una de las razones por las que este libro me parece muy interesante: obliga a pensar y reflexionar. Pese a que en todas las tiranías la inteligencia es la fruta prohibida y todo aquel que lleva luz es peligroso.

Miro a mi alrededor y pienso como ella que uno no se siente responsable de lo que ocurre cuando ocurre en un escenario. Y esto es lo que resulta escalofriante cuando la realidad misma se ha convertido en un espectáculo.

Un espectáculo en el que resulta fácil gobernar cuando el pensar se inmoviliza. Cuando, después de haber creado convenientemente al enemigo, un líder consigue que los pueblos sometidos se adhieran a una misma idea. Si logra esto, su imperio está asegurado.

En la segunda parte del libro Chantal Maillard trata la compasión relacionándola con la tragedia de Medea. La Medea de Eurípides que se representó por primera vez en el año 431 a C. Pero también las aproximaciones a esta historia realizadas por otros autores; incluso la que se dice que Medea no mató a sus hijos para vengarse de la traición de su marido, Jasón. Fueron los corintios los que mataron a los niños en venganza por la muerte de la hija de su rey Creonte, de la que hacían responsable a Medea, y habrían pagado a Eurípides para tergiversar lo ocurrido.

Aunque para tratar la compasión Chantal Maillard no se centra en aquellos que destacan en la tragedia de Medea la transgresión de la norma, la perversión y el crimen, se centra más en la versión del director de cine y guionista danés Lars von Trier.

Medea. De pie. Al amanecer. Contempla a sus hijos que duermen envueltos en una piel de animal. Luego la cuerda, que sostiene en la mano. Luego el árbol muerto, colina arriba. Mérmeros se ha despertado. La está mirando. Medea se vuelve de espaldas, se arrodilla entre la hierba, oculta el rostro en sus manos. Los tallos de las gramíneas se balancean al viento.

Mérmeros posa la mano en su hombro.

-Ya sé lo que va a pasar, le dice dulcemente.

La escena siguiente es angustiosa, por mucha comprensión que muestre el hijo mayor hacia su madre y sea su colaborador en el desenlace de la tragedia. Tampoco en esto estoy de acuerdo con la autora, a pesar de todo lo que habla del cordero como víctima propiciatoria. Extraña alusión cuando en el mundo que nos dibuja no existen los dioses.

Víctima sacrificada para la continuidad de la vida, el cordero es el símbolo de esa conciencia universal… El hambre es ley y ofrezco mi cuerpo para la salvación de todos.

¿Qué clase de salvación es esa? ¿Quién la promueve?

Pese a todo en La compasión difícil he encontrado más aseveraciones con las que estar de acuerdo que al contrario. Termino la reseña con dos de ellas. Una sobre el hecho de juzgar a los demás: Sabio es aquel que sabe contemplar lo que somos más allá de las diferencias. Sin diferencias, el juicio no es posible.

Otra sobre la compasión, muy en la línea principal del libro, pero con un final convincente: Una ética de la compasión no convertirá la vida en algo mejor. El sistema del hambre seguirá siendo el mismo. Pero tal vez sea más soportable. Comprender y saberse comprendido, puede ser bálsamo, aunque no cure.

 

 

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