BLAS DE OTERO

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Ayer, 29 de junio del 2013, se cumplió el treinta y cuatro aniversario de la muerte de Blas de Otero (Bilbao 1916-Madrid 1979).
Lo más probable es que muchos jóvenes ni siquiera conozcan a este poeta, a pesar de que escribió numerosos libros de poesía y recibió prestigiosos premios.
Sea o no así, yo quiero recordarlo hoy en Opticks porque me gustan los escritores que sienten lo que escriben:

“Ni una palabra

brotará en mis labios
que no sea
verdad.
Ni una sílaba
que no sea
necesaria”,

Entre ellos, como es lógico, los poetas ocupan un lugar preferente.

El camino que recorrió Blas de Otero a lo largo de su vida podríamos decir que es similar al recorrido por otros autores de su época:

“AHORA

voy a contar la historia de mi vida,
en un abecedario ceniciento.
El país de los ricos rodeando mi cintura”.

 Pasó de un catolicismo aprendido en la infancia y centrado en su “yo”:


“Madre, no me mandes más a coger miedo
y frío ante un pupitre con estampas”,

 a la duda y la desesperación al no hallar la respuesta del Dios-Tú a quien implora:

“Escucha como estoy, Dios de las ruinas.

Hecho un cristo, gritando en el vacío,
arrancando, con rabia, las espinas”, y a creer, sobre todo, en el hombre, “nosotros” :

«Solo está el hombre. ¿Es esto lo que os hace

gemir? Oh si supieseis que es bastante.
Si supieseis bastaros, ensamblaros.
Si supierais ser hombres, sólo humanos”.

Y es ese meditado momento del “nosotros” el que más me impresiona. Tanto si se refiere a España, su historia y sus gentes, con lo que demuestra un conocimiento profundo de autores que vivieron antes que él: Garcilaso, Juan de la Cruz, Cervantes… y de contemporáneos: Antonio Machado, Miguel Hernández, Gabriel Celaya…; como en lo referido a esa patria que le duele por dentro y a la paz que anhela por encima de todas las cosas, (recordemos que Blas de Oteropadeció la Guerra Civil y sus efectos).

“¡ESPAÑA,

Patria de piedra y sol y líneas.
De lluvia liviana
(orvallo, sirimiri de Galicia
Asturias, Vascongadas:
mi imborrable lluvia en cursiva),
desesperada
España, camisa limpia de mi esperanza”. Y también:

“Madre y maestra mía, triste, espaciosa España.

He aquí a tu hijo. Úngenos, madre. Haz
habitable tu ámbito. Respirable tu extraña
paz. Para el hombre. Paz. Para el aire, Madre, paz”.

Y para terminar este breve homenaje, dentro aún del “nosotros”, añado algunos versos en los que, a la vez que nos habla muchas veces de paz, pone de manifiesto el valor inequívoco y universal de la palabra e, insisto, del ser humano portador de ella:   

PIDO la paz y la palabra.

Escribo
En defensa del reino del hombre y su justicia”.

 Versos que suenan como un aldabonazo:

“Si he perdido la vida, el tiempo, todo

lo que tiré como un anillo al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra”.

 Y que tienen en el tiempo que vivimos una vigencia total:

“CREO en el hombre. He visto

espaldas astilladas a trallazos,
almas cegadas avanzando a brincos
(Españas a caballo
del dolor y del hambre). Y he creído”.

Definitivamente, cantaré para el hombre.
Algún día –después-, alguna noche,
me oirán. Hoy van –vamos- sin rumbo,
sordos de sed, famélicos de oscuro”.

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