SUNSET PARK

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El primer libro que leí de Paul Auster, Premio Príncipe de Asturias 2006, fue Brooklyn Follies. Después vinieron otros muchos que me pareció respondían más que el citado a lo que el escritor norteamericano llama sus obsesiones: el azar como organizador de la vida de cada ser humano, el desarraigo, la búsqueda del sentido de la propia existencia, el amor a la lectura, la contraposición entre lo extraordinario y lo cotidiano, las relaciones entre padres e hijos, el sentimiento de culpa,  por citar algunas de esas obsesiones que podemos encontrar en Sunset Park, el libro que hoy traigo a Opticks.
El principal protagonista de Sunset Park, aunque en el libro hay varios que pueden considerarse como tales, es Miles Héller, un joven de 28 años que vive en Florida, se dedica a limpiar viviendas que han debido abandonar sus moradores por impago, deudas o ejecución de hipoteca, y mediante disciplina y dominio de sí mismo, ha logrado en los siete años y medio transcurridos desde que dejó la universidad no tener planes, que es lo mismo que carecer de deseos y esperanzas, contentarse con su suerte, aceptar lo que el mundo ofrece cada día… La lectura es la única obsesión de la que no desea curarse.
Sin embargo, los planes de Miles se ven alterados cuando interviene el azar, facilitando se encuentre en un parque con una jovencita que está leyendo la misma obra que él: El gran Gatsby.
La jovencita se llama Pilar Sánchez, es cubana, tiene 17 años, estudia el último curso de bachiller y cambia por completo la vida del joven, que establece con ella una relación de pareja basada en el amor y la admiración mutuas, pero que cuenta con el inconveniente de que la chica es menor de edad, lo que provoca que una hermana de ella chantajee al joven que decide volver a Nueva York, ciudad en la que vivía y en la que aún viven sus padres, y esperar allí la mayoría de edad de Pilar.
En Nueva York, Miles se encuentra con Bing Nathan, antiguo compañero de estudios de ideas anarquistas y el único con el que ha mantenido contacto.
Bing, que en todo momento mantuvo al padre de Miles informado de sus movimientos, aunque él no lo sabe,  es músico y dueño de un local al que llama Hospital de Objetos Rotos, en el que repara marcos y chismes arrumbados por el progreso. Sus dos ocupaciones apenas le dan para vivir de manera precaria, así que ocupa ilegalmente una vieja casa de madera abandonada en el barrio de Sunset Park.
Le acompañan en la ocupación una joven de 29 años pintora aficionada que trabaja en una inmobiliaria, Ellen Brice, y una universitaria treintañera, Alice Bergstrom, que prepara la tesis doctoral sobre las relaciones y conflictos entre hombres y mujeres en Estados Unidos tal como se muestra en obras literarias y cinematográficas de 1945 a 1947. Esto le permite a Paul Auster, como sabemos gran amante del cine, explayarse en el análisis de una película de 1946, Los mejores años de nuestra vida; también le sirve para analizar la crisis económica y de ideales que están viviendo los protagonistas de la novela.
Para realizar esta serie de análisis, en el marco de la ciudad de Nueva York, Paul Auster presenta los capítulos en los que aparecen Bing, Alice, Ellen o Miles, exponiendo alternativamente lo que hace, dice o piensa cada uno de ellos.
A los capítulos dedicados a los cuatro jóvenes que titula con sus respectivos nombres, se unen otros en los que los personajes principales son los padres de Miles: Morris Héller y Mary-Lee Swann.
De nuevo aparecen aquí las obsesiones del autor reflejadas en Morris, editor de libros de alta literatura, de su amigo Renzo, famoso escritor que dice atravesar una etapa de crisis en el proceso creativo, y Mary-Lee Swann, actriz de cine y teatro de mediana edad, divorciada de Morris y con un cierto complejo de culpa por haber abandonado a Miles a poco de nacer.
Todo este contenido, y mucho más, por ejemplo, las referencias al béisbol, en 298 páginas.
Aun así, pese a la densidad del contenido, Sunset Park de Paul Auster se lee con facilidad y agrado. Sólo los capítulos finales, ésa es al menos mi impresión, me parecen un tanto improvisados y farragosos.

 

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