JOSÉ HIERRO

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José Hierro nació en Madrid el año 1922. Mi pequeño homenaje en el centenario de su nacimiento consiste en traer a Opticks algunos de los poemas de un poeta intimista y solidario que utiliza su poesía como un instrumento clarificador del mundo.

Llegué por el dolor a la alegría.

supe por el dolor que el alma existe.

Por el dolor, allá en mi reino triste,

un misterioso sol amanecía.

José Hierro publicó el libro de poemas del que he extraído estos versos en 1947, lo tituló Alegría y obtuvo por él el premio Adonáis.

Aquel que ha sentido una vez en sus manos temblar la alegría

no podrá morir nunca.

 Yo lo veo muy claro en mi noche completa.

Me costó muchos siglos de muerte poder comprenderlo,

muchos siglos de olvido y de sombra constante,

muchos siglos de darle mi cuerpo extinguido

a la hierba que encima de mí balancea su fresca verdura.

………………………………………………………………………………………

Morirán los que nunca jamás sorprendieron

aquel vago pasar de la loca alegría.

Pero yo que he tenido su tibia hermosura en mis manos

no podré morir nunca.

Aunque muera mi cuerpo, y no quede memoria de mí.

 Tras la Guerra Civil, José Hierro fue encarcelado por formar parte de una organización de ayuda a los presos políticos (su padre era uno de ellos). Permaneció en la cárcel cinco años. Fue liberado en 1944. En 1947, antes que Alegría, publicó Tierra sin nosotros, un libro que dedicó a su madre y en el que hay poemas que hablan de su experiencia carcelaria, como el que titula Canción de cuna para dormir a un preso.

 La gaviota sobre el pinar.

(La mar resuena.)

Se acerca el sueño. Dormirás,

soñarás aunque no lo quieras.

La gaviota sobre el pinar

goteado todo de estrellas.

………………………………………..

La noche es bella, está desnuda,

no tiene límites ni rejas.

No es verdad que tú hayas sufrido,

son cuentos tristes que te cuentan.

Tú eres un niño que está triste,

eres un niño que no sueña.

Y la gaviota está esperando

para venir cuando te duermas.

Duerme, ya tienes en tus manos el azul de la noche inmensa.

Duerme, mi amigo…

                                   Ya se duerme

mi amigo, ea…

 La poesía de José Hierro no puede adscribirse a ninguna corriente ni movimiento poético concreto. No es modernista ni realista; no podemos considerarla como poesía social o reivindicativa; no es preciosista ni utiliza palabras rimbombantes, pero tampoco de forma habitual términos simples de uso cotidiano.

La poesía de José Hierro brota de lo más hondo. Es doliente y nostálgica en los primeros libros y después, poco a poco, se va haciendo más densa, más pensada; quizá más rica en su expresión formal, porque en la manifestación de la hondura íntima y personal del poeta lo es desde un principio.

En 1998, en Cuaderno de Nueva York, libro de poemas considerado como una obra maestra de la literatura contemporánea, escribió esto:

Siempre aspiré a que mis palabras,

las que llevo al papel,

continuasen llorando

-de pena, de felicidad, de desesperanza,

al fin, todo es lo mismo-,

porque yo las había llorado antes;

antes de que desembocasen en el papel blanquísimo,

en el papel deshabitado, que es el morir.

 Y este soneto, tan citado, y por ende, tan conocido:

Después de todo, todo ha sido nada,

a pesar de que un día lo fue todo.

después de nada, o después de todo

supe que todo no era más que nada.

 Grito ¡Todo!, y el eco dice ¡Nada!

Grito ¡Nada!, y el eco dice ¡Todo!

Ahora sé que la nada lo era todo,

y todo era ceniza de la nada.

 No queda nada de lo que fue nada.

(Era ilusión lo que creía todo

y que, en definitiva, era la nada.)

 Qué más da que la nada fuera nada

si más nada será, después de todo,

después de tanto todo para nada.

El Adonáis no fue el único premio recibido por José Hierro en su larga trayectoria vital, ya que murió en 2002 a los 80 años de edad y prácticamente no dejó nunca de escribir, aunque entre libro y libro hubiese en ocasiones espacios prolongados de silencio. Pese a ello, su obra puede calificarse de extensa.

Extensa y muy premiada, con galardones tan importantes y valorados como el Nacional de Poesía, el de la Critica (en tres ocasiones), el Cervantes, el Príncipe de Asturias de las Letras y el Nacional de las Letras Españolas entre otros.

Acudo de nuevo al libro Alegría con el inicio del poema que José Hierro tituló Recuerdos.

 Aquello era hermoso. ¿Te acuerdas de cómo las flores nacían?

¿De cómo traía el ocaso su rojo clavel en la boca?

¿De un hombre que todas las tardes tocaba el violín a la puerta?

¿Del soñar cotidiano que daba sus llamas al alma en la sombra?

 ¿Te acuerdas de aquello? Aquello era hermoso.

Yo no sé si tú vuelves conmigo y conmigo lo evocas.

¡Tan alegre pasar, desgarrando el eterno momento,

pisoteando, sin verlas, las rosas!

 Hay un instante que todo lo puede, que salta los días

Y vive presente en el cielo dorado de nuestra memoria.

 Termino esta reseña admirativa hacia alguien que hizo de la palabra su carta de presentación y su bandera, con el fragmento final de un largo poema perteneciente a Cuaderno de Nueva York; poema éste del que dice su nieta Tacha que llora cada vez que lo escucha:

ORACIÓN EN COLUMBIA UNIVERSITY

Bendito sea Dios que inventó la memoria

y que inventó el silencio de este lugar aséptico,

y las venas metálicas ocultas

en las que el agua espera

unas manos liberadoras que le devuelvan su canción.

Ahora sé que mi padre está vengado.

Mi padre, descolgado del olivo

pronuncia con mis labios las palabras totémicas,

y se estremece este recinto sagrado.

“Coño, joder, carajo, a lavarse la cara, hostias”.

Y abro los grifos, lavabos, duchas, retretes,

se desbordan las aguas que él soñaba

en la choza de adobe y paja,

cantan la gloria de la recuperación,

y mi padre navega por las aguas,

le provoco, gritándole desconsolado,

“¡Papá!”. “Mariconadas”, me contesta.

“¡Papá!”. Maricona… glu, glu,

ahogado, recuperado,

navegante por los canales de oro,

 Vivo ya para siempre.

Y termino, ahora sí, con dos fragmentos de otro poema copiado esta vez del Libro de las alucinaciones; un poema en el que dicen mucho unas flores de plástico:

Mis hijos me traen flores de plástico

 Os enseñé muy pocas cosas.

(Se hacen proyectos…, se imagina…, se sueña…

La realidad es diferente.) Pocas cosas

os enseñé: a adorar el mar;

a sentir la alegría de ver vivir a un animal minúsculo;

a interpretar las palabras del viento;

a conocer los árboles no por sus frutos:

por sus hojas y por su rumor;

a respetar a los que dejan

su soledad en unos versos, unos colores, unas notas

o tantas otras formas de locura admirable;

a los que se equivocan con el alma.

 Os enseñé también a odiar

a la crueldad, a la avaricia

a lo que es falso y feo, a las flores de plástico.

………………………………………………………………………

Tarde se aprende lo sencillo.

Tarde se encuentra la hermosura. No aquella de los ojos

mortales, la del mundo. No puedo hacer que lo entendáis.

Necesario sería que ahora estuvieseis aquí abajo

y que vieseis a vuestros hijos llegar entre las tumbas,

bajo la lluvia y dejar su perfume y su presencia

en las tibias, alegres, inmortales

-más hermosas en vuestras manos que las del bosque-

flores de plástico.

 

 

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