TODO FLUYE

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En agosto del año 2017 escribí en Opticks la reseña de Vida y destino, obra cumbre de Vasili Grossman que murió en Moscú en 1964 sin conseguir que esta obra fuera publicada en su país.

Tampoco se publicó en Rusia hasta finales de la década de los ochenta el libro que hoy traigo a Optick. Se titula Todo fluye y fue publicado en España en el año 2017 por la editorial Galaxia Gutemberg.

Vasili Grossman terminó de escribir Todo fluye el mismo año de su muerte. Tras el intento de publicación de Vida y destino, fue represaliado por el régimen soviético y, quizá esa injusta situación de arrinconamiento social y cultural, le proporcionó elementos suficientes para este nuevo libro, en el que analiza la deriva del pueblo ruso en busca de una libertad que nunca alcanza, denuncia los terribles métodos utilizados contra esa libertad y profundiza en la personalidad de dos personas que contribuyeron a su destrucción: Lenin y Stalin.

El protagonista de Todo fluye es Iván Grigórievich, un joven universitario inteligente e idealista, que en una intervención en su universidad, coincidente con las grandes purgas estalinistas de los años treinta, declaró que la libertad era un bien igual a la vida misma, que la restricción de la libertad mutilaba a los hombres igual que los golpes de hacha, que cortan dedos y orejas, y que la destrucción de la libertad equivalía al asesinato.

Después de aquel discurso, es expulsado, juzgado por traición y deportado a Siberia. Allí permanece cerca de treinta años. En 1953, tras la muerte de Stalin, le liberan y regresa a Moscú.

Iván comunica este regreso a su primo Nikolái Andréyevich, que espera su llegada debatiéndose entre la vergüenza de haber delatado a otros compañeros para medrar, inventado delitos inexistentes y practicado las tretas más viles hasta alcanzar el prestigioso cargo que ahora ocupa, maquinaciones que su Iván Grigórievich siempre rechazó, y el bienestar que le produce la posición alcanzada.

Iván, que ante los cambios que va descubriendo a lo largo del viaje, casi echa de menos la existencia en Siberia, no acepta la fingida hospitalidad de su pariente y abandona Moscú en busca de algo o de alguien que le traiga recuerdos dichosos del pasado.

En Leningrado encuentra al compañero que habló contra él en el juicio previo a la deportación. Ignorando tal cosa, se alegra del encuentro con el ahora acaudalado y bien situado hombre del régimen, que intenta tranquilizar su conciencia ofreciéndole un dinero que no acepta.

La situación da pie a Vasili Grossman para explicar en profundidad los motivos de los distintos delatores (Judas) que proliferaron en aquellos convulsos tiempos.

Alternando con la vida y los recuerdos del protagonista, el escritor ruso nacido en Ucrania habla de ese país y de la hambruna a la que fue sometida gran parte de su población; para esto se vale del relato estremecedor de una funcionaria que participó en el inicio del proyecto: ¿Quién firmó aquel asesinato en masa. A menudo pienso: ¿no sería Stalin? Una orden así no se había dado nunca desde que existe Rusia. Una orden así no la había firmado nunca el zar, ni los tártaros, ni los ocupantes alemanes. Una orden que decía: matad de hambre a los campesinos de Ucrania, del Don, de Kubán, matadlos a ellos y a sus hijos.

Estremecedora también es la historia de la joven madre deportada a Siberia.

Y, página tras página, el libro estremece y preocupa al mismo tiempo cuando leemos las noticias que aparecen en la prensa y vemos reflejadas, en pleno siglo XXI, las mismas totalitarias e imcomprensibles actitudes en bastantes de sus protagonistas.

Lo único que consuela, aunque sea muy poco, es la esperanza de que alguna vez por fin prevalezcan en nuestro mundo las ideas sobre la libertad que Vasili Grossman expone en Todo fluye: “Antes creía que la libertad era de palabra, de prensa, de conciencia. Pero la libertad se extiende a la vida de todos los hombres. La libertad es el derecho a sembrar lo que uno quiera, a confeccionar zapatos y abrigos, a hacer pan con el grano que uno ha sembrado, y a venderlo o no venderlo, lo que uno quiera. Y tanto si uno es cerrajero como fundidor de acero o artista, la libertad es el derecho a vivir como uno prefiera y no como le ordenen”.

Y en otro lugar: “La libertad del hombre está por encima de todo; no hay en el mundo objetivo por el cual se pueda sacrificar la libertad del hombre”.      

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