LA EXTRAÑA DESAPARICIÓN DE ESME LENNOX

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Sólo somos recipientes a través de los que pasan las identidades. Somos rasgos prestados, gestos, hábitos, que luego transmitimos a otra persona. Nada es nuestro. Venimos a este mundo como anagramas de nuestros antecesores.

La extraña desaparición de Esme Lennox publicado por la editorial Salamandra es el tercer libro que leo de Maggie O’Farrell, los anteriores fueron Hamnet y El retrato de casada, ambos de enorme éxito en numerosos países.  

La extraña desaparición de Esme Lennox es anterior a los dos citados, pero el estilo inconfundible de la escritora escocesa puede apreciarse desde la primera a la última página en una obra inquietante que provoca que, una vez iniciada, no se pueda aplazar su lectura.

Esme Lennox está ingresada en un hospital psiquiátrico a punto de cerrar. Entró en él cuando tenía dieciséis años y ha permanecido sin abandonarlo nunca sesenta y uno. Es preciso buscar a alguien que le acoja tras el cierre. Las autoridades se ponen en contacto con Iris, su sobrina nieta, para que se haga cargo de ella.

El problema es que a Iris nadie le había hablado nunca de la existencia de su tía abuela. De todas formas acude al hospital, la conoce, la lleva a su casa mientras busca un lugar en que dejarla, escucha lo que cuenta y va aumentando su curiosidad por la vida de la mujer, hasta desear saber qué ocurrió.

En el libro se alternan dos historias narradas en distintos tiempos. Por un lado la historia de Esme, de niña con sus padres y su hermana mayor, Kitty en la India colonial a principios del siglo XX y el suceso traumático que vivió la pequeña. Después su regreso a Escocia, su entrada en la adolescencia como una jovencita sensible y rebelde, que no se acoge a las normas sociales, que se evade con la lectura, profundiza en todo lo que le rodea y desea seguir estudiando y no encontrar marido como quiere su hermana y el resto de la familia.

Por otro lado, la historia de Iris en la actualidad regentando una tienda con ropa y objetos de segunda mano, con un hermanastro al que le tiene gran afecto que vive con su esposa, una madre de vacaciones en Australia, un padre que murió muy joven; una abuela, Kitty, enferma de Alzhéimer en una residencia de alto precio, y relaciones amorosas esporádicas, la última con un hombre casado.

El contraste entre la vida de Esme, sometida a multitud de normas que impiden cualquier atisbo de libertad, en la que los hombres imponen su voluntad siempre, y la vida de Iris en el Edimburgo actual es una de las cuestiones que interesan en el relato.

La otra es cómo está construido, con la alternancia de las historias y las voces, el lenguaje tan visual que utiliza la escritora, su fijación precisa en los detalles; los silencios y las interrupciones, más significativos cuando la que se expresa es la enferma de Alzhéimer.

Finalmente la estancia de Esme en el hospital psiquiátrico, conviviendo con mujeres a las que se ingresaba porque resultaban molestas por algo o para alguien, la injusticia que se cometía con ellas, los métodos, la manipulación.

Unas cuestiones y otras que, poco a poco, se aproximan y encajan como las piezas de un complicado, hasta llegar a uno de esos finales imprecisos y oscuros característicos de Maggie O’Farrell.

 

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