AQUÍ Y AHORA. LA GRAN CASA

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Cuando en marzo de 2012 hablé en esta página de Diario de invierno dePaul Auster, Kiko y otro lector anónimo coincidieron conmigo en que era un libro escrito aprovechando las glorias pasadas del autor, pero que aburría y no aportaba nada nuevo.
Un caso similar sucede con Aquí y ahora – Cartas, obra que contiene el diálogo epistolar que mantuvieron Paul Auster, aquí y ahora locuaz y exultante y J. M. Coetzee, aquí y ahora discreto y comedido, entre los años 2008 y 2011.
Pienso que las editoriales deberían de ser más cuidadosas con la publicación de ciertos libros. También es verdad que la fama que precede a los escritores que los protagonizan influye en sus ventas. Pero los beneficios económicos, siempre a mi parecer, no pueden compensar la frustración que siente el lector al descubrir que en ellos “el rey iba desnudo”.
Por lo tanto, hoy me permito aconsejar a los admiradores del gran autor sudafricano y Premio Nobel 2003, J.M. Coetzee, que han disfrutado con la extraordinaria calidad de obras como Desgracia, Esperando a los bárbaros u Hombre lento, así como a los muchos entusiastas del norteamericano Paul Auster, Premio Príncipe de Asturias 2006, creador de Leviatán, El libro de las ilusiones o Brooklyn Follies, que antes de perder el tiempo leyendo unas cartas que nos cuentan de manera superficial y fútil las muchas veces que les invitan para dar conferencias en diferentes partes del mundo, todo lo que se aprecian y se admiran, su amor o desamor por el deporte, la fama, los críticos o las respectivas esposas, relean alguna de las obras citadas.
De ese modo pasarán de nuevo un suculento espacio de tiempo en compañía de la mejor literatura. Tendrán además la excelente ventaja de que el mito en sus mentes permanecerá intacto.
 El segundo libro que también he leído esta semana se titula La gran casay su autora es la norteamericana de padre judío Nicole Kraus, de la que ya leí en 2006 La historia del amor.
La gran casa es un libro muy bien escrito cuya trama central gira alrededor de un antiguo escritorio que, se dice, pudo haber pertenecido a García Lorca, lo que nunca se aclara en el texto. En dicha trama intervienen diversos personajes que nos van relatando sus historias. Muchos de estos personajes son judíos y pesa sobre ellos la tradición de un pueblo milenario y perseguido que se esfuerza por hallar, aunque sea en pequeños fragmentos, “La gran casa”.
Debo decir que las distintas historias interesan y atrapan. Casi todas nos muestran a seres insatisfechos que no encuentran su lugar en el mundo y sienten una profunda nostalgia por algo que han perdido, real o imaginado, que les impulsa a una búsqueda constante.
En teoría, el nexo de unión entre unas historias y otras debería ser el escritorio. Sin embargo, en algunas no acabo de entender la función que desempeña el tan nombrado mueble.
Quizá esa dificultad para entender el sentido del texto en su conjunto, hacer mía la línea argumental, hace que no me acabe de convencer lo que Nicole Kraus relata en La gran casa.
Por separado, lo que nos cuenta en cada historia resulta atrayente. Pero, una vez que terminas el libro y reflexionas sobre su contenido, afloran cabos sueltos y te planteas muchos  interrogantes.
El principal  en mi personal caso es que, más que una obra “redonda” y bien tramada, quedo con la impresión de haber leído una serie de buenos trabajos logrados merced a un curso de escritura creativa.
 

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