MANUEL CHAVES NOGALES

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Aprovechando que hoy, 3 de mayo, se celebra el Día Mundial de la Libertad de Prensa, traigo a Opticks un conjunto de relatos escritos por un periodista que estaría entre los muchos olvidados, presos o asesinados en las guerras que asolaron y asolan el planeta, de no haber sido por la profesora sevillana Mª Isabel Cintas Guillén que centró en él su tesis doctoral. Se trata de Manuel Chaves Nogales, del que ya comenté hace tiempo Lo que ha quedado del imperio de los zares.
A raíz de la lectura del citado libro, compré  A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España, última obra de Chaves Nogales que escribió en 1937 desde el exilio en Francia y cuya lectura e iniciado e interrumpido en varias ocasiones, porque todas las guerras son odiosas, pero las civiles aún más.
Esta semana, con unas elecciones a la vista y hastiada de rifirrafes políticos, terminé de leer A sangre y fuego. Empiezo su reseña reproduciendo unas líneas del lúcido e interesante prólogo en el que Ana R. Cañil nos habla del autor y la obra.
Corre la primavera de 1937 y hace muy pocas semanas que Manuel Chaves Nogales ha cruzado la frontera de los Pirineos. Pretende olvidar los peores efectos de la Guerra Civil Española, comenzada el 18 de julio de 1936, cuando un grupo de militares ha dado un golpe de estado contra el Gobierno legítimo de la Segunda República. Su república. Ha salido de Madrid cuando el gobierno –su gobierno- se ha trasladado a Valencia. Lo que ha visto en esos meses le ha bastado para intuir lo que va a venir.
Chaves Nogales fue un periodista de raza, un intelectual comprometido con su tiempo y apasionado por su profesión que nació en Sevilla en 1897 y murió a causa de una peritonitis en 1944 en Londres, a donde había llegado desde Francia huyendo de los nazis.
A sangre y fuego contiene nueve reportajes en los que Chaves Nogales cuenta lo que ha visto y vivido en los primeros meses de la contienda civil. En los reportajes se aleja de la demagogia y del fácil maniqueísmo con que suele tratarse esta terrible época de nuestra historia, preocupándose más por el perfil humano de quienes sufrieron la contienda que por su faceta política. Es el deseo de imparcialidad el que provoca el estremecimiento en el lector: ni buenos ni malos, ni verdugos ni mártires; tan sólo hay crueldad, absurdo, desorientación y obcecación de unos y otros.
La presentación de los relatos la realiza el propio Chaves Nogales.  Sólo esa presentación merece ya la lectura del libro. En ella encontramos a un hombre con auténtica vocación periodística que intenta buscar la verdad por encima de proclamas y consignas. Una verdad que incluye el odio insuperable a la estupidez y a la crueldad. Descubriendo horrorizado que idiotas y asesinos se han producido y actuado con idéntica profusión e intensidad en los dos bandos que se partieran España.
Está claro que la manera de pensar y de expresarse de Chaves Nogales no podía ser aceptada en ninguno de los dos los bandos. El periodista es consciente de ello y afirma que, a pesar de su insignificancia, en uno y otro lado lo fusilarían.
En los tiempos actuales no llegaríamos a tal extremo, pero le lloverían los insultos y descalificaciones. La política de bandos en España, por desgracia, no ha desaparecido y, peor aún, hay muchos que la fomentan, sin querer entender, y vuelvo al prólogo de A sangre y fuego y en él a una cita de Andrés Trapiello, que aquella no fue una guerra civil entre dos Españas, sino la determinación de dos Españas minoritarias y extremas, para acabar con la otra, la mayoritaria tercera España, en la que podían haberse integrado gentes de toda condición, edad, clase e ideología, excluyendo de ella aquellas otras dos, la fascista por un lado, y la anarquista, comunista, trotskista o socialista radical por otro. Manuel Chaves Nogales es reivindicado por Trapiello como estandarte de esa tercera España.

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